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El bicentenario y un símbolo al federalismo argentino

Llega el 2010. La Argentina se acerca a cumplir doscientos años como país autoproclamado autónomo [1]. A la hora de conmemorar nuestro pasado heroico conviene no olvidar que las primeras décadas de independencia estuvieron marcadas por las guerras internas. En términos simplificados, lo que se llevaba a cabo en aquel tiempo era una puja entre la metrópoli y el campo por el dominio político y económico. Por supuesto, Buenos Aires venció la disputa y el gesto más evidente de esta victoria parece haber sido el abandono de Urquiza en la batalla de Pavón, que dejó ganador a Moreno y a la ciudad, y limitó para siempre los sueños concretos de federalismo. Porque más allá de lo que pueda querer decir el término “Federal” en la denominación de nuestro territorio (República Federal Argentina), nuestro país fue y sigue siendo un país inclinado hacia la metrópoli, hacia Buenos Aires. 

 

Ahora, tras doscientos años de autonomía nacional, sigue quedando en evidencia este sometimiento del interior frente a la capital, o, mejor dicho, el desdén que la ciudad y sus gobiernos citadinos parecen seguir teniendo por el resto del país. Esta vez, con relación al festejo del bicentenario de la Revolución de Mayo. 


Resulta que existe un proyecto para seleccionar un nuevo símbolo para esta fecha patriótica. Por supuesto, este nuevo símbolo habrá de ser clavado en la ciudad de Buenos Aires (desbancando al ya vetusto obelisco). Esto no debería asombrar. La buena noticia es que los proyectos seleccionados se darán a conocer para que sea la población la que elija el de su agrado. Esto, en apariencia, luce como un gesto de reconocimiento e integración: la nación que elige por votación democrática el monumento que la representará por otros cien años. Ahora bien, ¿cómo votar? Esto es lo que se lee en las bases del proyecto: 


“[Los proyectos seleccionados] serán exhibidos públicamente en el shopping Abasto de la Ciudad de Buenos Aires. (…) El púbico votará en urnas dispuestas en el mismo lugar de exposición.” 


¿Desea participar de la votación? Bueno, acérquese al Abasto¿Qué vive muy lejos? Tómese un tren. ¿Que vive más lejos todavía? ¿Que nuestro país es largo y extendido? ¿Que también tiene derecho a votar poque de sus bolsillos también saldrá la financiación para este megaproyecto? A ver, preguntemos: ¿Hay alguna forma alternativa de participar, de votar democráticamente, que no implique acercarse hasta el shopping? ¿Carta? No. ¿Teléfono? No. ¿Internet? Tampoco. Pero seamos sinceros, ¿hace falta? Para qué. Quédese tranquilo en casa, ¿para qué molestarse?, trague su fastidio acostumbrado y deje que en la capital se encarguen del tema, que acá estamos acostumbrados a tomar todas las decisiones que afectan e interesan al resto del país. El proyecto que resulte elegido, después de todo, servirá como claro símbolo de todo lo que pasó en estos doscientos años, de todo lo que cambió y de todo lo que no tiene miras de cambiar.


___________

[1] Todavía queda la duda si deberíamos festejar el bicentenario en el 2010 o en el 2016. Después de todo, la verdadera declaración de independencia fue aquella firmada en Tucumán, por todas las provincias unidas. 


Comments

Anonymous said…
La verdad es que ni aunque me envíen una carta, o me digan que sitio de internet buscar para votar, o se establezcan urnas en toda la provincia, me tomaría la soberana molestia de tener que ejercer este derecho ciudadano para elejir un proyecto que prevea derribar el obelisco. He viajado por varios países del mundo y percibí en el extranjero que muchísimas personas nos conocen por el Obelisco, derribarlo implicaría un derribamiento de nuestra identidad nacional. Creo, que mas que proponerle al ciudadano que vote o elija por un determinado proyecto, se debería primero realizar un plebiscito en donde la poblacion de todo el pais delibere por el SI o por el NO de tales proyectos, ésto si sería algo lógico y algo verdaderamente democrático. Todo esto me recuerda de alguna manera a una iniciativa, un tanto menor, propuesta por un diputado llamado Carlos Grosso. El señor quería derribar una conocida escuela de Capital Federal para construir un shopping center, en una época en que la costrucción de éstos paradigmáticos recintos que resumen toda una epoca de capitalismo y mercado, estaban en pleno auge. Tambien ésto me recuerda a obras que reemplazaron lo de uso netamente publico estatal y nacional para convertirse en publico pero privado, obras que se hicieron sin consulta previa de la poblacion. Este es el caso de nuestras autopistas en donde se paga el peaje mas caro del mundo, y si uno opta por no pagar e ir a trabajar conduciendo por las colectoras tenes que soportar 200 badenes por dia o mas vulgarmente llamados lomos de burro. Estas son las obras que resumen la mentalidad de parte de una sociedad que se erije imponiendo proyectos de amigotes inversores sin consultar si uno esta de acuerdo o no con esos proyectos. Seguramente este proyecto es mas de lo mismo.
Simud said…
Qué tal anónimo. Una corrección. El proyecto no implica reemplazar 'físicamente' al obelisto. El obelisto seguirá donde está. Pero así como el obelisto fue el monumento que nos represento desde el centenario a esta parte, éste que se viene nos representará durante los próximos cien años. Y los proyectos presentados, vale decirse, son bastante impresionantes. Pueden chusmearse acá.
Anonymous said…
Ah, entonces es interesante. Cuando uno lee el comentario da la sensación de que el obelizco va ha ser derribado, en cual caso hubieron en el pasado proyectos como estos, es decir, de derribar el Obelizco y nadie ha podido llevarlo a cabo, por suerte. Viendo los proyectos, me parecen muy interesantes, algunos son muy parecidos al nuevo hotel de arabes que se construyo en Dubai o a ese edificio en Sidney, Australia. Saludos.
Anonymous said…
La verdad que sí, es una muestra de unitarismo. Lamentable.

Además, algunos proyectos son bastante buenos, pero otros estan bien feos... para que quiero un montón de pantallas?

Hay que recordar que un monumento debe ser emblemático e incónico, pensemos en los monumentos del mundo: Torre Eiffel, torre inclinada de Pisa, Pirámides de Egipto, Estatua de la Libertad, Obelisco... ¿Pero cómo se supone que un montón de pantallas van a aparecer en una postal de Buenos Aires, o en folletos y fotos de recuerdos de la ciudad? Sin mencionar otros proyectos...
Simud said…
Sí, lo de las pantallas deja bastante que desear. Imaginémonos además el mantenimiento tecnológico que requerirán. No me extrañaría que unas anduvieran y otras no, o que se llenaran de virus.
Teniendo en cuenta cómo solemos desentendernos de los monumentos, y lo altos costos de los sistemas electrónicos (y si no, recordar la Floralis Genérica) yo me conformaría con algo que requiera del menor cuidado posible.

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