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Hipótesis 3: ¿Por qué putea De Narváez?


De Narváez._ ¿Cómo puedo hacer para que la gente se vuelva a acordar de mí?

Asesor._ Sos dueño de América, ¿por qué no le decís a Mirtha que te invite a almorzar?
De Narváez._ Mirtha no está mal, pero quiero rating. ¿No podría ir a cantar y a bailar a lo de Tinelli?
Asesor._ No, eso ya pasó.
De Narváez._ ¿Y si empapelo la provincia con mi cara de nuevo?
Asesor._ Yo sugeriría algo más económico, o no nos va a quedar resto para el 2011.
De Narváez._ Vos que conocés la calle, decime, ¿de qué habla la gente últimamente?
Asesor._ Y, en la última semana, de las puteadas de Maradona.
De Narváez._ ¡Eureka! Lo tengo. Si las puteadas venden, ¡a putear se ha dicho!

Comments

Anonymous said…
Que tal. Creo que me quedaré a opinar sobre este post que me pareció muy interesante. Sinceramente, la palabra IMPRESENTABLE es la que mejor definiría el suceso del político. Todos cometemos exabruptos y no somos totalmente concientes de ello. Sin embargo, tanto en Diego como en Francisco tales exabruptos no deberían ser tolerados cuando son expresados en público o nó, ya que ellos representan a gran parte de la población, con dos agravantes aún: el primero es un embajador deportivo de Argentina en el mundo y el segundo mencionó pretender candidatearse de presidente, a pesar de ser un extranjero. Por suerte, yo no me siento representado por éste último, ya que no lo he votado como el resto de ese 52% que pareció entender a quién votaba. Además, con éste exabrupto ratifíco mi postura de no alineamiento a éste político y su partido, y menos aún lo votaría en el futuro. Más allá de todo esto, y ratificando en cierto modo lo expresado anteriormente acerca de que todos de alguna manera u otra decimos malas palabras, he notado últimamente que dentro del ámbito donde yo diariamente transíto, rodeado de gente educada ,cordial y relativamente inteligente, que también algunas de éstas personas cometen éstos exabruptos con una naturalidad tal que a uno lo impresiona porque uno cree estar al frente de una persona elaborada, instruída. Ya no se trata de estar consciente de la mala palabra sino que ésta parece como darle al portador una marca que lo mimetiza con el resto, que lo acerca, que lo naturaliza al lenguaje de ése resto. Es más, si uno observa el momento en que el político comete el error ante la audiencia, lo normal sería que ésta reaccione con un silencio discriminador, sin embargo la gente aplaude con gallardamente y con júbilo las expresiones de su líder político. Gracias por el artículo. Saludos
Simud said…
Personalmente, no creo que haya nada de malo con las malas palabras; el problema es saber cómo y dónde utilizarlas. Creo que estamos de acuerdo en que el ámbito político, donde debería mediar el diálogo y el debate de ideas, no merece malas palabras. Pero peor aún cuando estas malas palabras se utilizan como golpes de efecto publicitarios, como ha sido a mi entender el caso de De Narváez. Y aquí radicaría la diferencia con Maradona. Maradona siempre se manejó en esos términos, de modo que mal o bien, no debería sorprendernos su exabrupto. También hay políticos que suelen caer en este tipo de expresiones con frecuencia; pero que alguien que nunca tuvo expresiones semejantes comience a utilizarlas justamente cuando los medios están ocupados en ellas, es por lo menos sospechoso. Y se sabe que De Narváez es un político mediático.

Un abrazo, y un gusto saber que todavía puede enconttrárselo por aquí.
Anonymous said…
Permítame discrepar con U.D en un mínimo detalle. En mi caso, yo sí creo que hay algo de malo en decir malas palabras y especialmente cuando éstas provienen de alguien quién, vaya uno a saber, podría llegar a guiar el destino político y económico de millones. Creo que un error es perdonable, ya que todos los cometemos, pero hay que observar que tales errores del lenguaje no se repitan demasiado hasta el punto de la naturalización, hasta ese punto de ver una audiencia que aplaude los exabuptos de su líder y se ríe de estas cosas. Esto del insulto me recuerda vagamente a cuando el Diputado Luis Delia caminaba hacia la casa rosada y un grupo de manifestantes ruralistas se le acercaron a insultarlo durante unos 200 mts. Obviamente, Delia no aguantó más que le insulten a la madre de esa manera y reaccionó cacheteando a un irrespetuoso entre éstos manifestantes del campo. Al otro día, el noticiero TN (parte del monopolio Clarín) mostró solamente cuando Delía cacheteó al descarado ruralista sin filmar los 200 mts de insulto que el Profesor Delia venía recibiendo de éste. Pero peor aún, el cachetazo de Delia fue emitido por TV unas 200 o 300 veces y Delia fue tildado de ultraviolento, negro cabeza, villero, y todos esos apelativos que algunas personas suelen utilizar para denostar y estigmatizar a cierta parte de la sociedad. Me pregunto si la TV Argentina le habrá dado al exabrupto de Narváez la misma trascendencia que al exabrupto de Delia. Me parece que no, me parece que la TV Argentina sabe clasificar muy bien que cosas emitir reiteradamente y que cosas no. Un abrazo y un placer poder participar de su blog.
Simud said…
Justamente en Delía pensaba cuando hacía mención a políticos acostumbrados al exabrupto. Personalmente, no puedo justificar el exabrupto en el ámbito político. La política, que es en sí un ámbito de oposición y búsqueda de consenso, requiere partir de un punto de respeto. El insulto anula al otro y en consecuencia anula toda posibilidad de actuar políticamente. No por nada el discurso de Delía es claramente intolerante. Y lo mismo podría decirse de la expresión de De Narváez. Pero en todo caso, conviene diferenciar entre el 'insulto', que va dirigido a anular al otro, y la 'mala palabra' en su sentido más general, cuya función social y psicológica es mucho más compleja. Al especto, me veo tentado de recomendar un bello libro del psicólogo rosarino Ariel Aragno, titulado 'Las malas palabras'. En todo caso, su lectura no permite justificar la conducta de estos políticos, pero sí comprender el revuelo mediático que son capaces de causar.

Un abrazo.
Anonymous said…
Ya que ponemos en contexto a personajes como D Elía, preferiría, a priori, tratarlo en este medio como lo que es 'un Profesor' y no como aquel político que constantemente es anulado y denostado por ese resto de periodistas arreglados para difamarlo sutílmente con expresiones que rebajan y humillan a la persona. Su famosa frase 'Odio a la p.... oligarquía' la expresó en un contexto de quício ya que un locutor de radio llamado Fernando Peña, de mi total desagrado y a quién preferí nunca escucharlo a pesar de insistentes recomendaciones, trató al hijo del Profesor de 'negro de mi...a y descerebrado'. Creo que éstas sí son dignas expresiones de ser concebidas para estigmatizar, difamar y anular al otro, creando gettos de separación entre las personas. Es más, si U.D busca en You Tube el debate Peña & Delia, U.D comprobará que Peña no solo reconoce haber difamado sino que además pluraliza ésta mala expresión para naturalizar ese sentimiento hacia cierta parte de nuestra sociedad, como si el resto der nosotros compartiésemos el absurdo modo de pensar del locutor. Un abrazo.
Simud said…
La diferencia es que, más allá de la profesión de cada uno, Peña se dedicaba al humor mientras que Delía se dedica a hacer política. Yo puedo no esperar tolerancia en una persona como Peña, pero considero que debo exigirla en alguien que hace política como Delía. Delía tuvo muchas expresiones de intolerancia a lo largo de los últimos cinco años, y creo que la intolerancia destruye la política en lugar de construirla, ya que parte de anular al otro como un interlocutor válido.
Pero claro que sería un error estigmatizar a una sola persona cuando en todo caso la intolerancia es lugar común en la política argentina y la practica tanto el gobierno como la oposición.
Un abrazo.
Anonymous said…
Comprendo, aunque permítame disentir en algo. Yo creo que la tolerancia se la debemos exigir a todos y que no solo los políticos se encuentran supeditados a ésta exigencia. Las personas mediaticas serían las que más se le debería pedir tolerancia. Me acuerdo cuando Susana decía 'basta de derechos humanos',recordemos que éstas expresiones tenían una carga subjetiva muy grande por la muerte de un amigo en manos de la delicuencia. Aún así, ¿no son acaso éstas expresiones de intolerancia? Pero, volviendo a Peña y a ese humor ácido y difamador a lo Goebbels, ¿No le parece que tratar al hijo de un Profesor como Delia de 'Negro de Mie... descerebrado' es algo intolerante? ¿No le parece que al no esperar tolerancia por parte del famoso locutor estoy coincidiendo con él? Es por eso que creo que la tolerancia se la debemos exigir a todos. Un cordial saludo.
Simud said…
Estoy de acuerdo. Sólo que agregaría algunos matices. Los medios de comunicación no son (por sus inevitables intereses económicos) espacios de construcción social. Son los ámbitos políticos (entre los cuales incluyo a la escuela) los espacios desde los cuales se puede 'construir' una sociedad. Creo que en esos espacios uno debe exigir tolerancia, pues sin tolerancia no hay 'construcción' posible.

Por supuesto que cuando uno cree en la tolerancia como valor, va a desear que se multiplique en todos los espacios, incluyendo el espacio mediático. Sin embargo, es lógico esperar que los espacios que buscan rédito económico sigan lógicas y valores distintos. No lo justifico, pero puedo tolerarlo. Ahora bien, me niego a tolerar la intolerancia (valga la redundancia) en los espacios de construcción política. Esto puede parecer en sí un pensamiento intolerante; pero nótese que no intento con esto anular ni a Delía ni a De Narváez, simplemente cuestiono la forma de estos de anular al otro para hacer prevalecer sus puntos de vista.

Nosotros mismos podemos disentir en algún punto y sin embargo, no por eso apelamos a la descalificación. Creo que estamos de acuerdo en que la única forma de 'contruir' es a través del diálogo respetuoso, aún cuando nuestras diferencias sean irreconciliables. Creo que es preferible dar por concluida una discusión si no hay acuerdo, antes que pretender imponerse mediante el insulto y la descalificación.

Un abrazo.
Simud said…
Permitime una breve disgreción de carácter semántico. Acabo de darme cuenta del uso positivo que hice de la palabra tolerancia, y me arrepiento. La 'tolerancia' como valor tiene un sesgo claramente negativo. Uno tolera lo que no quiere y que desearía anular. Desde hace un tiempo suelo preferir el término 'comprención.' Uno puede comprender las actitudes de Delía, De Narváez y Maradona, aunque no las justifique ni las respete. Pero es desde la comprensión desde donde uno puede arrimarse al diálogo o a la reflexión. Si uno hace un esfuerzo por atisvar las razones detrás de los exabruptos de cada uno, puede hallar caminos alternativos sin necesidad de eliminar al otro como interlocutor. La llana tolerancia en cambio, esconde el deseo de anular al otro. (De hecho, éste fue uno de los puntos en el post Palabras 1)

Un saludo.
Anonymous said…
Si coincido plenamente. Es precisamente desde la comprensión desde donde uno comienza a entender las actitudes del otro proponiendo el diálogo y la reflexión constructiva. A diferencia, el término tolerancia parece llevar en forma implícita esa idea de anular al otro cambiádole, además, el orden semántico a la expresión. Un cordial saludo.

PD: Al propósito, quería pedirle si no tiene algún artículo referente a los nuevos cambios que vendrán en la educación. Leí una nota (creo que en Clarín) que menciona a un Ministro quién sostiene que los sistemas evaluativos tradicionales están en desuso, o son lisa y llanamente obsoletos. ¿cuánto de verdad hay en ésto? De ser así, ¿porqué tales sistemas produjeron exelentes profesionales dentro del campo de la salud, educación y otros? ¿hay que creerle a éste Ministro? Saludos nuevamente.
Simud said…
¡Uf! Meterse con el tema de la educación en la actualidad da para varios tomos. Es realmente demasiado complejo. Con respecto a la evaluación, y simplificando en extremo la cuestión, podría decirse que lo que las competencias o habilidades que se espera de los alumnos en la actualidad no son las mismas que se esperaban en el pasado. La calidad de los profesionales del pasado y del presente va a depender del entorno social y laboral en el que se muevan. Creo que nadie duda que el mundo ha cambiado drásticamente en los últimos treinta años, de aquí que lo que se espere y evalúe en los alumnos haya cambiado también.

Ahora bien, de ahí a suponer que actualizando los sistemas evaluativos vasta para sacar a flote la educación (y no digo que el ministro haya sugerido tal cosa) sería tanto ingenuo como descabellado. El problema de la educación es en extremo complejo y supone un número amplísimo de variables de las cuales la evaluación es sólo una, y ni siquiera las más importante.

Otro tema en relación con la evaluación es el hecho de que una flexibilización de la misma puede (y hasta ahora suele) esconder el deterioro de la exigencia y calidad educativa, sobre todo en la educación del estado, donde la escuela se vuelve un lugar de retención de alumnos que no desean aprender.

Pero como decía, a mi entender, es un tema súmamente complejo. Si te interesa adentrarte en el tema, te sugeriría un capítulo bastante didáctico de Susana Celman. Podés descargarlo acá.

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