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Tronos, épica y política (Página 12)

Junio de 2019 me tuvo tan abocado a la publicación de Burning Need, que pasé por alto compartir por este medio las novedades sobre el último artículo que urdimos junto a Santiago Stura para Página 12: Tronos, épica y política. Allí nos animamos a vincular el gusto contemporáneo por las narrativas épicas con la evolución en las subjetividades políticas. Probablemente no vendría a cuento volver sobre una publicación tan añeja si no fuera porque el artículo mereció cierto interés por parte de los lectores, y nos dejó con ganas de hacer algunas aclaraciones conceptuales. Más vale tarde que nunca, así que acá van algunas clarificaciones:

Antes que nada, vale señalar que las principales dudas que generó el artículo se debieron a las restricciones en el número de caracteres que nos impuso la sección del matutino (cada vez más breve), y que nos obligaron a quitar algunas aclaraciones importantes o a dar por sentado conceptos que seguramente merecieron una explicación. Obviamente, si alguno se anima a avanzar, convendría antes leer el artículo original (aquí). Comencemos con la consulta del usuario Hendu:

"No entiendo qué es el 'consumo sacrificial' en este contexto."

La noción de consumo sacrificial, que venimos elaborando con Santiago bajo distintos nombres, fue uno de estos elementos que quedaron fuera de la edición final del artículo. Así lo habíamos expresado en nuestro borrador original:

"El fenómeno GOT se inscribe dentro de una tradición narrativa que incluye a otros sucesos culturales recientes como Harry Potter, El Señor de los Anillos, o las nuevas sagas superheróicas... Los une a nivel retórico sus componentes épicos: héroes de carácter mítico, universos minuciosamente historizados y un destino colectivo que se disputa entre campos moralmente antagónicos. Los une también las prácticas culturales que se elaboran a su alrededor. Por un lado, un consumo basado en el compromiso individual, con rasgos sacrificiales que van desde la prórroga en la resolución del goce a una participación intensiva que se vive como deber." 

Ya habíamos escrito sobre la noción de deber y el concepto de participación intensiva en el contexto de los fenómenos culturales en nuestro artículo Identidad, entre Netflix y las redes, también publicado en Página 12. Los siguientes fragmentos deberían ser suficientemente clarificadores:

"La visualización intensiva de series se enhebra en [una] dinámica donde se entrelazan hábitos, identidades y condicionantes externos... Las redes son el sitio donde estos consumos se expresan con mayor efectividad. Allí, los consumidores de series explicitan su fanatismo y consignan visualizaciones, extienden recomendaciones y entablan debates, intercambian novedades y viralizan memes y gifs derivados. Sus prácticas, que poseen un efecto evangelizador para los neófitos, generan un fuerte arraigo identitario entre los conversos, constituyendo grupos de pertenencia en base a consumos (los cuales, además, son percibidos como exclusivos, ya que la segmentación propia de las plataformas digitales oculta su carácter estandarizado). 

"Por otra parte, toda pertenencia supone hábitos y presiones. Nadie dice al individuo autonomizado por los soportes digitales cuándo consumir la última serie de moda. Él sabe que si ese consumo no es lo suficientemente intensivo quedará fuera de los círculos de debate o se retrasará con respecto a su grupo. Estar al día se vuelve una demanda social. Y no en pocos casos, la aspiración a ser vanguardia deriva en una competencia solapada con otros miembros del grupo... 

"El consumidor intensivo de series no difiere del “sujeto de rendimiento” de Han, cuya maximización productiva –aun en el ocio– pareciera ser autoimpuesta. Al reencontrarse en sociedad, sin embargo, este sujeto se devela inevitablemente tensionado por las demandas del entorno (que no por invisibilizadas desaparecen)."

Pasemos ahora al comentario del SantiagoPolop, quien matiza nuestras conclusiones de la siguiente manera:

"La cuestión puede ser que luego de GOT, el sujeto neoliberal sigue su cotidianeidad con los imperativos neoliberales que bien describen, en los que reafirma su identidad. Eso lo acerca más a las épicas de los movimientos reaccionarios, conservadores, fascistas. Es decir, de buscar épica en la demanda política, es más probable que se acerque a la lógica de The Handmais Tale (para seguir con las series), o de Bolsonaro o Le Pen, que de los movimientos o fuerzas políticas en donde lo común sea un modo de vida, y no un cálculo de utilidades a lo 'Lannister'."

SantiagoPolop explicita algo que también formaba parte de nuestro primer borrador, y que debió quedar fuera por restricción de caracteres, y es que la épica no es solo de izquierda, sino también de derecha. En ningún momentos supusimos lo contrario, aunque es cierto que nuestro texto final lo da por sentado, sin aclararlo. Así aparecía en nuestro primer borrador:

"Hoy [la] épica está de regreso. Primero fueron las experiencias populistas latinoamericanas, con sus liderazgos heroicos, sus claros campos antagónicos y su mitificación del pasado histórico. En vano se las acusó de encarnar la conciencia primitiva de un continente atrasado. Tras la crisis global, estas narrativas florecieron con igual fuerza en Europa y los EEUU, por izquierda y por derecha. La incapacidad del relato neoliberal para dar respuesta a un mundo cada vez más inestable se vio contrarrestada por un retorno renovado de la épica política." 

Aunque estamos de acuerdo con SantiagoPolop en que la épica ha sido retomada por las narrativas de izquierda tanto como por las de derecha, disentimos en sus conclusiones. No estamos de acuerdo en que el rol de espectador del sujeto neoliberal lo acerque de modo necesario a las narrativas de derecha. Justamente, el punto que deseamos subrayar es que la tensión que describimos no se da entre épica de izquierda y épica de derecha, sino entre desapego neoliberal y compromiso épico. Creemos que el sujeto que no abandona su rol de espectador se mantiene aún en un estadio de desapego frente al compromiso colectivo, antagonístico e historizador que plantea la épica política (tanto de izquierda como de derecha; aunque ciertamente la delimitación de lo colectivo, el campo antagónico que se proyecta y el pasado que se narra varían grandemente entre una y otra). A diferencia de lo que nos propone SantiagoPolop, no sabemos hacia dónde puede decantar el voto de este sujeto neoliberal. Siempre reduciendo la complejidad de las subjetividades políticas, podemos decir que es probable que en un escenario electoral donde un proyecto épico se oponga a un proyecto neoliberal (tal fue la situación en la elección que enfrentó a Trump con Hillary), el sujeto espectador tenderá a sentirse más próximo de la narrativa neoliberal. El problema aparecerá en países como Argentina, donde las narrativas neoliberales son desplazadas por las narrativas épicas, o se imbrican con ellas. En este sentido, la defensa de políticas económicas neoliberales no deriva necesariamente en la construcción de una narrativa neoliberal. En 2015, Cambiemos construyó un relato épico en torno a la lucha contra la corrupción y la recuperación de la república sin ocultar su visión neoliberal de la economía. Claro que esta narrativa no tardó en desinflarse tan pronto comenzaron a percibirse los efectos regresivos de las políticas económicas.

Intentando una respuesta a la disyuntiva que nos planteaba SantiagoPolop, podemos decir que el sujeto espectador al cual solo se le ofrecen narrativas políticas de carácter épico tenderá a decantarse por aquella que le garantice un menor nivel de involucramiento. Esto podría explicar parte del éxito de Cambiemos en 2015, pero también explicaría el estancamiento al que han llegado las ultraderechas en Europa, luego de un período de rápido crecimiento. Insisto, siempre reduciendo la complejidad del problema a sus líneas básicas.

La última de las respuestas que analizaremos nos permitirá seguir elaborando sobre estas ideas. Escribe El_Pedrero:

"Ojalá ese nuevo compromiso [el mayor involucramiento social del sujeto atravesado por lo épico] tenga más que ver con nuevas formas de solidaridad y no la inmolación por una causa o un Estado."

Este comentario nos sirve para desarrollar el trasfondo narrativo-político que subyace a nuestro artículo. Es importante insistir en que la reaparición de lo épico como mediador con lo real no es en sí un rasgo ni positivo ni negativo. Es la expresión de la crisis en la que ha ingresado el relato neoliberal, hasta ahora hegemónico. La caída de la Unión Soviética allanó el camino para la consolidación de este relato único, un relato de orden y harmonía, sin antagonistas. Fukuyama lo denominó "el fin de la historia" y declaró la victoria definitiva de Hegel sobre Marx. Sin embargo su expresión más acabada fueron los diez puntos del Consenso de Washington: diez reglas básicas, diez mandamientos que abrirían la puerta al desarrollo infinito de la humanidad.

Una de las condiciones de toda narrativa política debe ser su eficacia, su capacidad para coincidir con la realidad que pretende describir. El relato neoliberal no tardó en mostrar sus deficiencias, y su veloz retroceso coincidió con un renacer en el interés por la ficción épica. En el terreno político, la caída de las Torres Gemelas fue la excusa del complejo militar estadounidense para abandonar el paradigma del orden y el consenso, y desplegar unilateralmente un nuevo campo antagónico. En cualquier caso, el retorno de la épica comienza a indicar el fin de un período hegemónico.

Los mitos y la épica reaparecen cuando la necesidad de reconfiguración de lo social se vuelve inevitable. Ahora bien, qué camino tomará esa reconfiguración, no es algo que podamos determinar nosotros. Nos alcanza con identificar este renacer de la épica como indicio de un vacío psíquico que el sujeto espectador del neoliberalismo se esfuerza por llenar, un espacio abierto que podría ser aprovechado por narrativas de derecha o de izquierda, deviniendo nuevas formas de solidaridad (como desea El_Pedrero) o la inmolación por una causa. Dependerá de las narrativas que se pongan en juego tanto como de su eficacia (la cual, en tiempos de crisis global, no puede desentenderse de los condicionantes económicos y militares).

Dussel nos llama a revalorizar lo mítico como necesario para la construcción de toda subjetividad. Hoy cabalgamos entre dos mundos. Una narrativa hegemónica en retroceso, y una pluralidad de ofertas alternativas, muchas veces contradictorias entre sí. Será obligación de los proyectos emancipadores reconfigurar sus mitos y ofrecer una nueva épica, una narrativa ajustada a los condicionantes actuales y eficaz en su capacidad descriptiva, capaz de imponerse a las narrativas antidemocráticas que cuentan entre sus aliados a los centros del capital.



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