L o admito, admiro a todos los dibujantes con quienes trabajo. Antonio, Marc, Pedro, Franki. Me tomaría varios días enumerar las cualidades de estos tipos. Sin embargo, creo que sabrán comprender que ninguno es competencia para mi pequeña dibujante. Con seis añitos recién cumplidos, Luna me pidió que escribiera un guión para que ella lo dibujara. Había condiciones. Una nena y un perro debían ser los personajes. Rápidamente garabateé una breve situación que ella se encargó de plasmar en el papel con incuestionable maestría. Claro que también hubo situaciones de tira y afloje (como debe ser en toda relación que se precie entre guionista y dibujante). En este caso, el punto más conflictivo fue que la dibujante se negaba a mantener la sobriedad en los rostros de los personajes, y se empecinaba en plantarles sendas sonrisas. Pero bien, tras meses de tener el proyecto archivado por culpa de un escáner roto, al fin pudimos concluirlo esta misma tarde. Y aquí está. Para el disfrute de todos.