S iempre me sentí guionista. Por diversas razones, hacia fines de 2017 me encontraba distanciado de muchos de mis colegas dibujantes. Volví a dibujar, lentamente y sin presiones. Antes de eso tan solo había encarado el dibujo de algunos cómics cortos o páginas suelas. Pronto me di cuenta de que no me sentía nada incómodo con el lápiz en la mano, y me propuse dibujar yo mismo un guión que había quedado sin dibujante recientemente y por el que tenía mucho, mucho aprecio. Pero antes tenía que ejercitarme. Me impuse como entrenamiento dos cómics largos de 60 páginas cada uno, dos viejos guiones que podía arruinar a gusto sin sentir culpa por ello. El primero fue El Refugio , que me demandó un año completo. Fair Play fue el segundo, que me llevó bastante menos. Lo dibujé entre 2019 y 2020, y lo publiqué aquel último año en Faneo . La historia, sin embargo, comienza bastante más atrás en el tiempo, en el lejano 2013. Aquel año conocí a Nikhel, un mangaka colombiano increíble interesado por
Milei contra el marxismo cultural en la educación pública: de Hitler a Bolsonaro, pasando por el supremacismo blanco. J avier Milei no es exactamente un espíritu creativo, lo cual no cuenta solamente para su probada tendencia al plagio literario. Mucho más fructífera ha resultado su capacidad para apropiarse estratégicamente de conceptos de honda significancia política. Su lucha contra la "casta política," por ejemplo, fue la paradójica apropiación de una de las ideas fuerza de partido izquierdista español Podemos (la diferencia entre ambas conceptualizaciones es anecdótica: Podemos acabó metamorfoséandose con la casta, mientras Milei solo rechaza los rostros socialdemócratas de la misma). Bueno para las apropiaciones, hace tan solo una semana el candidato promagnates aprovechó el contexto de la Feria del Libro para hacer gala de una nueva incorporación conceptual, esta vez de tradición claramente derechosa: la noción de "marxismo cultural". Dijo Milei : "La e