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Depetri y los beneficios de la descalificación elástica

Todavía tengo muy presente en mi memoria las visitas frecuentes del diputado oficialista Edgardo Depetri a los debates televisivos en épocas de la disputa sobre las retenciones. El diputado parecía ser el vocero elegido o decantado para arremeter contra los opositores al proyecto de ley del gobierno. En un tema tan delicado como el de las retenciones, con tantos matices y pliegues políticos, económicos y sociales, la defensa  furibunda y alborotada de Depetri, plagada de latiguillos y eslogans de campaña, siempre me resultó improducente y desafortunada. Depetri se mostraba como un descalificador antes que como un refutador. Pero la inhabilidad argumental o su propia ingenuidad volvían esa descalificación en contra suya y del objeto de su defensa. No tengo dudas de que el gobierno podría haber encontrado un adalid más apto para el debate y la argumentación. Claro, en aquella época no se había inventado la mesa de '678' todavía, y tal vez las desafortunadas intervenciones del diputado bastaran para justificarla.

Pero entonces apareció '678' y la vindicación del kirchnerismo adquirió un nuevo matiz y una nueva complejidad. Tal vez por eso en todos estos años no había vuelto a oír mucho más de boca de Depetri. Lo cierto es que me asombró encontrar una extensa página de opinión escrita por su persona en Tiempo Argentino. La impresión que me produjeron sus palabras no dista de aquella que había percibido originalmente. Depetri insiste en mostrarse bullicioso y precipitado en sus ataques y débil en sus argumentaciones, las cuales, leídas con un mínimo de escepticismo, no tardan en convertirse en invectivas que salpican al gobierno tanto como se esfuerzan en defenderlo. 
En su artículo, Depetri se propone una revisión poco creativa y más que transitada de la debilidad de los candidatos opositores. Allí se lanza sin reparos y con gruesa ironía contra Duhalde, Carrió, Alfonsín y Macri, sin pasar por alto a personajes más difíciles de encuadrar dentro de su cólera antiderechista, como Solanas y Binner. Esta defensa del oficialismo contra todos, sin matices ni diferencias, se muestra particularmente ingenua al llegar a Pino Solanas, cuya candidatura a la jefatura porteña desestima señalando que “al final 'Pino' hizo la personal, la que más le convenía a él y a su grupo de amigos. Enterradas quedaron las promesas de resolver la problemática de los glaciares, el petróleo y la mega-minería, difíciles de encontrar en Recoleta, en Barrio Norte o en Lugano, donde ahora deberá hablarles a los porteños del ABL y las bicisendas.”

Enfebrecido por su propia pasión e incontinencia, Depetri no se da cuenta de que al burlarse de la imposibilidad de Solanas de resolver problemas estratégicos como la defensa de los glaciares, no hace sino legitimar y otorgar entidad a estas problemáticas sospechosamente desatendidas por el gobierno nacional. Depetri tampoco percibe que al reducir los problemas porteños al ABL y a las bicisendas, acaba ignorando los serios conflictos sociales que sufre la Ciudad de Buenos Aires, amén de que traslada inconscientemente su burla al candidato oficialista, quien viene haciendo de estos conflictos la clave de su discurso de campaña.

En esta misma tónica continúa Depetri vociferando contra las alianzas de variado signo político que sostienen la candidatura del socialista Binner. “No importa el contendido sino el envase,” nos cuenta, “el mercado con una buena estrategia comunicacional se encargará de vender a estos candidatos por izquierda.” Ahora bien, ¿no es ingenuo que Depetri cuestione las alianzas de otros partidos cuando el suyo propio ha fundado y funda su poder político sobre ellas? ¿O es que acaso supone que la mayoría de los gobiernos provinciales y municipales aliados al kirchnerismo pueden asumir como propio y sin conflictos el discurso redistributivista y popular propuesto desde el oficialismo? Basta recordar la ingrata presencia del aún hoy vicepresidente Cobos, o aquella batalla insinuada pero nunca dada contra los intendentes mafiosos del conurbano.

Está claro que tras la disputa con el campo, este gobierno se ha hecho –y tal vez con justicia- de muchos buenos defensores. Pero la estrategia de quienes defienden bien al gobierno no podría diferenciarse más de la de Depetri. La estrategia de estos consiste en asumir las contradicciones internas al gobierno, relativizándolas, pero no negándolas. Cuando Depetri le objeta al socialismo los “acuerdos a como dé lugar con tal de cubrir candidaturas,” no logra percibir que si hubo un dirigente que demostró de forma explícita que no estaba dispuesto a realizar un “acuerdo a como dé lugar,” ése fue Binner, quien prefirió despegarse del alfonsinismo para no quedar pegado a De Narváez. Ahora bien, nadie podrá negar que los “acuerdos a como dé lugar” no han sido una de las estrategias claves de un gobierno cuyo pragmatismo ha sido elogiado más de una vez por sus defensores.

Depetri, como tantos otros, es un defensor de esos que es mejor mantener a distancia. Sus rencores parecen ser tan evidentes y epidérmicos que no logra ir más allá de la descalificación elástica, esa descalificación que es dirigida al otro pero que acaba rebotando sobre uno mismo o sobre el objeto de su defensa. Ya sea por falta de previsión argumentativa o por pura ingenuidad, los ataques de Depetri tienen la cualidad de volverse contra del gobierno. Esto tiene sus ventajas. Hoy en día, cuando el kirchnerismo parece haber logrado articular un discurso compacto y sólidamente difundido desde los medios, los personajes como Depetri, con sus voces discordantes y frescas, permiten hurgar con mayor claridad dentro de las fisuras y las flaquezas del discurso oficial.

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