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El Pueblo de los anarquistas

"La relación entre anarquismo y movimiento obrero no es ni automática, ni evidente de suyo. El anarquismo es algo más que una tendencia específicamente obrera. No apeló a los trabajadores en el nombre de una política clasista organizada como aparato y revolución de masas. Peleó, junto a los trabajadores, en el marco de una lucha más basta que la del socialismo: contra toda forma de opresión, de ejercicio de poder, de autoridad. No solo los frigoríficos sino los presos; no solo los conscriptos sino los excluidos del ascenso de clase media; no solo el salario sino el alquiler; no solo la jornada formal sino el lumpen, la puta, el inmigrante. La militancia anarquista no es reflexiva sino urgente. No es científica sino moral. Anarquismo es actitud; no sistema de pensamiento. Importa poco la definición estricta de un programa sino el compromiso político en la voluntad de cada individuo. Los anarquistas se rebelan tanto contra el capital como contra el estado y su policía; tanto contra la empresa como contra el partido y sus comisarios: no interpelan a la Clase sino al Pueblo. ¿Qué significa pueblo en la cultura política anarquista? Pueblo, para los anarquistas, es una inmensa gama de trabajadores que incluyen al lumpen, a los profesionales liberales, comerciantes, artistas y hasta “capitalistas de toda especie”. Pueblo, en esta concepción, incluye a los enfermos, a los viejos, a los niños, a los miserables, a las prostitutas: pueblo es un fuego político que hay que ocasionar entre los oprimidos a través de la palabra, la propaganda, la energía moral de la denuncia. La práctica política suscita, fogonea, convoca a ese combustible espiritual presente en las masas. Por eso estaban en todos lados, en todos los quilombos. Mientras tanto, los socialistas debatían si los inquilinos podían hacer una huelga dado que no concebían una “huelga de consumidores”. Los anarquistas sí porque rebelarse, masivamente, contra el aumento de los alquileres es rebelarse contra el estado que avala esos contratos: 140.000 personas, en agosto de 1907, resolvieron un buen día dejar de garpar el alquiler. Todo el conventillo era el fermento perfecto para las agitaciones del anarquismo individualista. Es que los anarquistas no van contra una clase social, ni contra un sistema económico, ni proceden ellos exclusivamente de una determinada clase social sino de todas: la clase trabajadora es aquí un inductor más de fuerzas; no es la figura central de esta estrategia. En el anarquismo la individualidad alcanza una dignidad y una elevación desconocida en la tradición bolchevique. Su única devolución y culto, como tan bien comprendía el educador Julio Barcos, era al infante. Un anarquista jamás consentiría una dictadura… Aunque ésta sea una “dictadura del proletariado” y prometa la “sociedad sin clases”. Anarquista es, ante todo, aquél que siente la idea libertaria. La idea libertaria se revela en un clima, fuertemente, emocional madurado por el minucioso y perseverante tejido de una micro-política: educadores, propagandistas, agitadores, hacen vibrar la carne indisciplinada del pueblo. Los anarquistas no armaron gremios para financiar actividades de tipo sindical sino para someter la organización a la anarquía, es decir, a la educación del oprimido. Hicieron escuelas, periódicos, revistas, folletos, libros: preparaban, chispeantes, la hoguera revolucionaria. Liberarse de la iglesia, del ejército, del capital, de la política parlamentaria, de las instituciones del estado… Librarse de todas y cada una de esas metáforas del poder que al igual que Alejandro impiden al ser libertario el disfrute del sol."

Leonardo Sai (2016) "¿Qué es un campo popular?"

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