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El mensaje de este ballotage

Lo que se juega en este proceso electoral es algo bien distinto de lo que se pondrá en juego a partir de mañana, ya sea Javier Milei o Sergio Massa quien se instituya como presidente electo. 

Durante el último tramo de esta campaña, el progresismo ha venido caracterizando a este ballotage (y con razón) como un enfrentamiento entre "democracia o dictadura". En realidad, esta dicotomía pone el ojo sobre la orientación social del próximo gobierno, más que sobre el acto eleccionario en sí. Lo que intento decir es que esta tensión, más o menos presente en el imaginario de los votantes que se arriman hoy a las urnas, no es exactamente lo que se pone en juego hoy. La orientación social del próximo gobierno se definirá a partir de mañana, si no el mismo 10 de diciembre, en los pasillos del poder, en las cámaras de representantes, en los comunicados y las presiones corportativas, y en las calles, con una población mobilizada (o no). Esta es una historia que todavía está por escribirse. Lo que se define hoy, entiendo, es de un tenor más filosófico. 

La condición humana es compleja, pero el ser humano es básicamente un ser en tensión entre el deseo individual y la necesidad y el bienestar de su comunidad. Ambas pulsiones conviven, y en general nuestras acciones tienden al equilibrio entre las dos. Son muy pocos los que pueden vivir regodeándose en el goce personal e ignorando los vínculos y los afectos, del mismo modo en que son muy pocos quienes pueden ser feliz entregados a las necesidades de quienes los rodean, pero ignorando las propias. Es al interior de este equilibrio complejo que se articula el acto electoral de hoy: ¿cuál de estas pulsiones, de estas dos fuerzas orientadoras de toda acción humana, se impondrá? 

Y no se trata aquí de qué narrativa electoral se arrogue la victoria. Si la narrativa mileinista del individuo liberado del Estado opresor, o la narrativa massista de la confluencia social en un gran acuerdo nacional. Se trata más bien de si lo individual o lo colectivo se impondrán como vector de las decisiones individuales. De cómo la mayoría de los votantes fluctuantes, de aquellos que pasaron por otras opciones electorales hasta las generales, responderá a la pregunta "¿Voy a votar por mí, egoístamente, o por mis allegados, en solidaridad con ellos?" 

La pregunta es relevante. El núcleo duro de votantes puramente mileinista es relativamente reducido. Son pocos los votantes que acuerdan con las ideas anti-Estado y antihumanistas de Javier Milei, y que son capaces de encontrar racionalidad en la comodificación de la vida en su conjunto, aceptando (siquiera conceptualmente) la venta de órganos y de niños, o la liberalización del mercado de armas. Lo que las encuestas cualitativas han venido mostrando es que el grueso de los votantes está conformado por individuos que valoran la intervención del Estado en cuestiones tan fundamentales como la educación y la salud, e incluso en temas menos liberales como la regulación de la avaricia empresarial. Sin embargo, buena parte de estos votantes le han negado el voto al peronismo movidos por su rechazo a la clase política, que aún no ha logrado recomponer el nivel general de vida desde la llegada de Macri al poder (¡ya hace ocho años!), o por su arraigado antiperonismo, que en general surge de asociar lo popular con la corrupción sistémica y el sostenimiento artificial de la vagancia. 

Este es el sector cuyo voto ha fluctuado entre una elección y otra. Y es este el sector que, al definir la elección de hoy, le otorgará su sentido definitivo. Me explico. 

Si algo caracterizó a la montaña rusa de declaraciones mediáticas que nos depositó en este ballotage, ha sido la constancia de los comunicados corporativos. Sorprendentemente, casi no ha quedado colectivo social que no se haya manifestado en favor de la candidatura de Sergio Massa o en contra de Milei: comunidad LGBT, agrupaciones feministas, ex combatientes de Malvinas, familiares de personas con discapacidad, rectores y docentes de universidades nacionales, sindicatos representativos de todos los sectores de la economía, partidos políticos históricos no peronistas, colectivos de artistas, organismos de derechos humanos, referentes de la Iglesia Católica... Incluso nichos subculturales tradicionalmente despolitizados, como los fans de Taylor Swift, los Rolling Stones o BTS, se han involucrado activamente en favor del canidato peronista. Involucramiento que responde a que todos estos sectores han coincidido en ver en Javier Milei y su propuesta supremacista y antihumanista un riesgo para su bienestar, cuando no para su supervivencia.  

Abordado racionalmente, este contexto debería garantizar el triunfo electoral de Massa. Todos aquellos votantes fluctuantes que definirán esta elección se vinculan directa o indirectamente con personas pertenecientes a alguno de estos colectivos en riesgo. De hecho, no es posible existir en esta sociedad sin ser parte de alguno de estos colectivos, o sin tener vínculos que se referencien en ellos. Y dada la extensa y agresiva campaña electoral, son pocos los que pueden fingir demencia y hacer de cuenta que no han podido constatar el riesgo concreto que representa Milei para estos colectivos. Claro que las elecciones no se definen racionalmente. O, en cualquier caso, su racionalidad no es lineal. Por mucho que nos preocupemos por nuestros vínculos en riesgo, todavía queda la pregunta: ¿Votaremos por ellos, en su defensa, o saciaremos nuestro ego y votaremos por pura bronca anticasta y antiperonista?

En el voto de este sector fluctuante está codificado el sentir predominante de nuestra sociedad. Esta noche sabremos si somos más los que votamos por egoismo o por solidaridad. La Argentina de mañana seguirá siendo una Argentina de lucha y de reclamos (imposible imaginar una Argentina distinta). Pero también será una Argentina principalmente egoísta, o una Argentina principalmente solidaria. Una Argentina de votantes que pensaron en sí mismos, o de votantes que, aún contra sus impulsos egoístas, se volcaron en defensa de aquellos a quienes tienen cerca y cuya seguridad y bienestar van a ser puestos en riesgo durante una presidencia de Milei. 

Tras esta elección, sabremos si todavía somos una sociedad que se piensa como tal.




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