Esto dijo el ministro Narodowski sobre la rectora que festejó con agua en la despedida de los alumnos de 5° del colegio Mariano Acosta:
“Nosotros, obviamente, estamos muy tristes por lo que pasó, no nos parece que sea el lugar que tiene que tener un rector, pero hay una investigación en marcha. El problema es que se ve una imagen entre pares: se rompe la asimetría que debe existir entre docentes y alumnos. Hay otras formas de festejar para un directivo de una escuela que el año que viene cumple 131 años. Estamos a favor de la jerarquización del docente y ahí no se ve. Buscamos el ejercicio de una autoridad de otro tipo, y no esa.” (Clarín, 21 de diciembre 2008)
No conozco a la rectora del Mariano Acosta, por lo tanto no intento lanzar una defensa de su persona. Más me interesa revisar las razones que el ministro Nadorowski da para iniciarle un sumario:
Tengo para mí que cada uno ve lo que quiere ver. Si Narodowski ve una imagen entre pares cuando un docente juega con agua con sus alumnos, tal vez sea porque concibe la asimetría docente-alumno tal y como se concebía cincuenta años atrás: el docente como un tótem inalcanzable, cuya autoridad jamás se encharcaba en el barro de la mundanalidad cotidiana. Un docente no festejaba con sus alumnos, ni se reía con ellos, ni compartía momentos fuera de su labor catedrática sin ver flaquear su imagen distante y poderosa. Sin embargo, estoy seguro que el ministro, quien ha sido maestro de escuela, jamás ha visto flaquear su autoridad docente por festejar, reír y jugar con sus alumnos. Del mismo modo que un padre no se convierte en un par de su hijo por el mero hecho de jugar con aquél. La necesaria asimetría entre docente y alumno no anula la posibilidad de que existan puntos de contacto cotidianos y afectivos entre docentes y alumnos. De hecho, pretender lo contrario puede ser contraproducente. El respeto, que es la base de toda asimetría positiva, no se puede alcanzar desde la altura que otorga el pedestal, sino compartiendo. Narodowski comete un gran error al identificar ‘compartir’ con ‘falta de autoridad’. Cuando el ministro ataca actitudes de proximidad entre docentes y alumnos, parece dar por supuesto que la autoridad y el respeto se construye con distanciamiento y severidad. Hay muchos docentes que construyen autoridad y respeto a partir de la comprensión. Estos docentes, como los buenos padres, saben diferenciar cuándo corresponde compartir, y cuando tomar distancia, cuándo ser flexibles, y cuando ser severos. Los buenos docentes lo saben.
Jugar con agua, en sí, no parece ser una actividad que atente contra la disciplina y los valores de un establecimiento educativo. El ministro parece comprender esto. Sus dichos dejan entrever que el problema no está en que se juegue con agua, sino en que sean los docentes quienes juegan. Esto es, por lo menos, cuestionable. Cuando Narodowski dice que “hay otras formas de festejar para un directivo,” lo que está admitiendo es que lo lúdico no debe entrar entre los comportamientos admitidos para una persona con autoridad. Personalmente, he visto a directivos bailando, cantando y haciendo carrera de bolsas (entre otros) sin que su autoridad frente a alumnos y docentes disminuyera en absoluto.
Al mismo tiempo, el ministro agrega: “hay otras formas de festejar para un directivo de una escuela que el año que viene cumple 131 años.” ¿Qué quiere decir esto último? Mi impresión es que para el ministro una escuela ‘histórica’ no se puede permitir actitudes flexibles y ‘no convencionales’. Más aún, la sola inclusión de este comentario permite suponer que sí existen escuelas en las cuales esta actitud sería permitida. En consecuencia, no existe una clara infracción en la actitud de la rectora. El ministro justifica la sanción apelando a una historia institucional (ya de por sí cuestionable) antes que a valores pedagógicos de carácter generalizable.
También se habla de jerarquización docente, olvidando que la jerarquización no es algo inherente a los actos personales, sino una gracia que otorga la comunidad, la cual, al menos en este caso, se ha mostrado a favor de la rectora. Por parte del gobierno, por ejemplo, un gesto de jerarquización consistiría en otorgar sueldos acordes con la tarea desempeñada, algo a lo cual el gobierno de la ciudad se negó rotundamente en los últimos meses.
En fin, Narodowski concluye diciendo: “buscamos el ejercicio de una autoridad de otro tipo”. La persona del plural, me parece entrever, excluye a los docentes. ¿Qué tipo de autoridad busca el ministro y su gobierno? ¿Una autoridad en la cual lo lúdico sea sacrilegio? ¿En la cual compartir con los alumnos sea visto con malos ojos? ¿En la cual se impongan las tradiciones arcaicas por sobre las decisiones comunitarias? Conozco a varios docentes que en una situación similar hubieran agarrado la manguera y disfrutado del juego con sus alumnos. Son docentes a los que respeto y a los cuales sus alumnos respetan. Discúlpenme la falta de sutileza, pero me parece que Narodowski está meando fuera del tarro.
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