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Postal 6: Un ejemplo de inequidad

Así evaluó la presidenta el más serio problema de la Argentina:
“En la Argentina hay pobres, pero el problema es la inequidad (...) En la inequidad está la verdadera fábrica de pobres" (acá).
La reflexión es verdadera e incuestionable, y tal vez señale que la señora presidenta tiene una lectura correcta de la realidad. Más grave entonces, cuando aún conociendo la solución a un problema fundamental, que afecta tanto la vida de millones de personas como el despegue social y cultural de un país completo, se obstina ella en perseguir acciones que contradicen de modo radical lo que se expresa en el discurso. Es que la inequidad consiste en la acumulación de riquezas en unas pocas manos. Inequidad es no repartir. Pero entonces, si aquí está la causa de la pobreza, ¿hasta qué punto puede la presidenta sentirse exenta de culpa cuando su propio patrimonio se ha visto escandalosamente aumentado en los últimos años? (ver acá)
La inequidad es, en definitiva, el resultado de una acción individual, de conciencia personal, que se basa en la acumulación excesiva de una cantidad de riqueza que supera las necesidades inmediatas y a largo plazo. Es posible pensar que no hay nada inherentemente malo en aspirar a la riqueza. No parece posible, al menos, cuestionar la acumulación de riquezas que nos permitan una vida digna e incluso un futuro asegurado. El problema de la riqueza, así planteado, aparecería en el momento en que se pasa de la mera riqueza a una riqueza obscena y objetable, lo que se da cuando la acumulación excede las necesidades presentes y futuras. En ese momento, se deja de construir un patrimonio propio, de asegurar la existencia propia, y se pasa a hurtar el patrimonio potencial para el crecimiento de los otros. La riqueza que no se usa es riqueza hurtada. Es un robo que se hace a quienes no tienen y sí podrían tener.
Es cierto que es aquí donde debería estar el Estado para redistribuir beneficios, pero no por eso deja la inequidad de ser una determinación individual, la expresión de un plan de vida y de una ética específica que jamás podría ser delimitada ni regulada desde el Estado. Son las personas, individuales y autónomas, las que deben dejar de practicar la inequidad. Es una receta sencilla. Consiste únicamente en no aspirar a más de lo que uno necesita.


La presidenta, que ha alcanzado un patrimonio de 46.036.711 pesos declarados, se defiende de las críticas amparándose en la supuesta legalidad de sus negocios inmoviliarios. Pero incluso cuando se tratase de una riqueza legal, ¿es ética? ¿Es ético acumular tal suma al tiempo que se conduce un país envuelto en harapos? ¿Y es coherente con el discurso? ¿Qué valor, que credibilidad pueden perseguir las palabras de la presidenta cuando acusan de la pobreza a la inequidad que ella misma practica? Una comprobación semejante basta para teñir de hipocresía cualquier declaración del gobierno, y para justificar el descreimiento y la desconfianza en su capacidad y compromiso para ir en contra de la acumulación desigual de riquezas y en favor de la equidad y la justicia social.


Comments

antoniohg said…
Lo mismo pasa con todos los políticos(sin excepción)en el mundo. Y es que la inequidad(o sea el dinero) manda. Dios bendiga al capitalismo y a los políticos, que sin ellos habría más equidad(que es la base de la verdadera libertad)
Simud said…
No sabría si generalizar. No creo que en todos haya hipocresía y afán de beneficio propio, aún cuando uno no comparta ideologías. Hay de todo. Pero sí es cierto que aquellos que buscan enriquecerse tienen en la política el camino curiosamente allanado. Otra cosa sería si hubiera verdadero control por parte de la población.

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