T enía 17 años cuando tomé la decisión de escribir con asiduidad. De aquella época guardo en mi computadora una carpeta titulada Primera etapa , con un puñado de cuentos escritos entre 1993 y 1995, y que desde el 2000 a esta parte tenía prácticamente olvidados. Durante años, estos cuentos me avergonzaban por su ingenuidad; cuando los escribí, sin embargo, era otra persona y ya no los siento propios. Esto me permitió volver a ellos con menos prejuicios, y hoy creo que se merecen un mejor final que morir arrumbados en un disco rígido ya bastante repleto de cosas olvidadas. Así que decidí revisar toda esta serie -y disimular sus más claras imperfecciones- para publicarla en este blog. Se trata de unos diez cuentos vagamente entrelazados, y mi intención es publicar uno nuevo cada dos semanas, sin ningún orden definido. El primero es el que da nombre a la serie, que había llamado Cuentos de un perro triste. De modo que empecemos: EL PERRO TRISTE Nadie se había puesto de acuerdo en un nombre...
Comments
Muy buen blog, inteligente sobre todo.
Saludos
Interesante punto de vista el tuyo. Es cierto que la humanidad como rasgo meta-biológico no presenta menos complejidad que la definición de inteligencia. En definitiva, lo que la AI parece buscar es la reproducción de conductas intelectuales humanas (antes que inteligencia en un sentido más amplio). Pero como vos bien señalás, qué se tiene en mente cuando se piensa en inteligencia humana implica siempre un límite un tanto arbitrario. Creo que es en este sentido en el cual el Test de Turing continúa teniendo vigencia, más allá de sus propias limitaciones. En definitiva, solemos considerar humanos a aquellos que no nos permiten sospechar lo contrario.
Un abrazo.