Ayer, Clarín publicó la nota titulada “Cristina lanzó el plan oficial para el acceso a Internet y a la televisión digital abierta.” En su página web, la noticia llega acompañada de un video presentado como el “Análisis de Ricardo Braginski.” Allí, oímos:
“Muchos analistas creen que esta es una respuesta del gobierno ante el problema planteado tras la decisión de dar de baja a Fibertel.”Con estas palabras, Ricardo Braginski siembra cierta desconfianza acerca de las razones que movilizaron a la presidenta a lanzar un plan oficial para el acceso popular a Internet y a la televisión digital abierta. Ricardo no se pregunta si un plan tan ambicioso podría forjarse en los dos meses que van desde que se intentó quitar la licencia a Fibertel. Tampoco nos aclara quiénes son estos analistas desconfiados que echan sombra sobre la multiplicación del acceso a un bien tan valioso y relevante como la información. Sin embargo, el efecto es irrefutable. Citar a unos fantasmales ‘analistas’ es suficiente para otorgar a palabras lábiles el carácter de voz autorizada. Una estrategia que se repite cuando el periodista apunta:
“Los analistas ahora discuten si la mejor manera de bajar el precio de la banda ancha, tal cual anunció Cristina con la nueva empresa que va a proveer de servicio mayorista, es a través de una empresa estatal o, como creen muchos, a través de una regulación del estado para que compitan, en igualdad de condiciones y a favor de los consumidores, las distintas empresas que ya están instaladas en el país con toda su tecnología.”La estrategia de referir a una autoridad (en este caso 'los analistas') para otorgar sustento a nuestros propios dichos no es nueva. Es la lógica propia del medioevo, de un período donde la verdad y la autoridad se confundían. La voz autorizada era entonces la voz verídica. Y referir nuestros dichos a una autoridad, ficticia o no, confiable o no, bastaba para dotar de veracidad a nuestras elucubraciones personales. Así se dirimían los debates públicos de los catedráticos medievales. Quien tuviera mayor cantidad de citas a mano, de la Biblia, de Aristóteles, de Santo Tomás, tendría con seguridad mayores chances de alzarse vencedor. Así también, amparándose en supuestas fuentes hasta entonces desconocidas, Geoffrey de Monmouth urdía para gloria inglesa su ‘Historia de los Reyes Británicos’, un collage de mitos ajenos y fantasías propias que sería tomado por narración histórica aún entrada la modernidad.
La estrategia es simple. El efecto de verdad se obtiene mediante la referencia a una autoridad que, en el mejor de los casos, no es puesta en cuestión (y en el peor de los casos, ni siquiera existe). Pero lo curioso en este caso es que Ricardo Braginski hace mención a ‘los analistas’ dentro de su propio análisis. Es decir, si el video de Ricardo es presentado como el “Análisis de Ricardo Braginski,” ¿no significa esto acaso que Ricardo es un analista? ¿Un analista que se escuda en ‘los analistas’? ¿Un analista al cuadrado?
Siguiendo la lógica del sueño dentro del sueño, Ricardo no hace en realidad sino diluir aún más lo concreto de sus dichos. Al referir su autoridad a una autoridad figurativa, Ricardo desconoce su propia autoridad y vacía de valor sus palabras. La conclusión es clara: las palabras de Ricardo Braginski no tiene autoridad: entonces ¿por qué creerle?
Comments
Saludos
( Por eso llama la atención que, ante tantas descalificaciones, sigan insistiendo los editoriales en tildar de “patotero” al sindicalismo sin escribir una sola crítica hacia la “polémica” actitud del sector empresario )
fuente: http://tiempo.elargentino.com/notas/¿quienes-son-los-reales-patoteros
Tál es el efecto de esta resignificación que algunas personas tildan de "patotero" a Moreno, pero se olvidan de tildar de patoteros a los formadores de precios, a la cámara empresarial, a la UIA, etc.