Cada página que sacamos adelante con Pedro es un parto que desgarra las entrañas. No, no estoy buscando metáforas efectivas que describan el acto creador. El parto en cuestión no es otra cosa que el violento tironeo entre madre y obstetra, cada uno de los cuales quiere a la criatura para él y a su manera. Así avanzamos en esta ya larga dupla con Pedro, a los tironeos. Pero avanzamos, y los resultados nos agradan lo suficiente como para seguir, de parto en parto, de conflicto en conflicto, de tironeo en tironeo. Así llegamos a un nuevo episodio de Nuestro Discreto Apocalipsis, el que más tiempo y tironeo nos requirió, pero que supo llegar a tiempo a las pantallas de Exégesis, como corresponde. Aquí les dejo el link a esta nueva entrega, con una viñeta re-dibujada por Pedro después de los mentados tironeos de pareja, y que Pedro supo acompañar con una solapada amenaza contra mi persona, como es su costumbre (sana costumbre hasta ahora, que sólo viene quedando en amenazas). Que lo disfruten:
T enía 17 años cuando tomé la decisión de escribir con asiduidad. De aquella época guardo en mi computadora una carpeta titulada Primera etapa , con un puñado de cuentos escritos entre 1993 y 1995, y que desde el 2000 a esta parte tenía prácticamente olvidados. Durante años, estos cuentos me avergonzaban por su ingenuidad; cuando los escribí, sin embargo, era otra persona y ya no los siento propios. Esto me permitió volver a ellos con menos prejuicios, y hoy creo que se merecen un mejor final que morir arrumbados en un disco rígido ya bastante repleto de cosas olvidadas. Así que decidí revisar toda esta serie -y disimular sus más claras imperfecciones- para publicarla en este blog. Se trata de unos diez cuentos vagamente entrelazados, y mi intención es publicar uno nuevo cada dos semanas, sin ningún orden definido. El primero es el que da nombre a la serie, que había llamado Cuentos de un perro triste. De modo que empecemos: EL PERRO TRISTE Nadie se había puesto de acuerdo en un nombre...
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Abrazos, David.
Un abrazo!