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Prólogo a un amigo caminante

No es fácil forjar una amistad verdadera a través de la web. Habrá quienes pretendan que las relaciones virtuales son inevitablemente incompletas, y seguramente tengan razón. ¿Pero por qué pensar que de esa incompletud no pueda surjir algo verdadero, tan real como estos dedos de carne y hueso que se afanan sobre el teclado? Después de todo, del otro lado también hay dedos, igual de reales y tan de carne y hueso como los míos, afanándose sobre otro teclado.

La Historia nos ha hablado recurrentemente de los amores y las amistades por correspondencia de grandes hombres del pasado. Amistades algunas que supieron vertebrar vidas enteras y que han merecido sus propios libros y estudios biográficos. Pero esa honestidad del corazón y del intelecto se suele negar con demasiada facilidad al intercambio digital, aún cuando este posibilite prácticamente todo tipo de contacto, incluyendo la charla cara a cara, y solo empobrezca ante un detalle casi insignificante: la ausencia de sincronía espacial. Pero si la amistad nace de la comunicación, y la comunicación sabe imponerse aún en los contextos más adversos, entonces la web no es menos propia para las relaciones afectivas que cualquier otro espacio. Después de todo, somos animales intelectuales.

Durante mis cuatro años como guionista de historietas, supe conocer a mucha, mucha gente. Salvo dos raras excepciones, jamás compartí un ambiente con alguno de ellos. El grueso de estos seres se halla a miles y miles de kilómetros de distancia, cuando no hay un océano o una cordillera de por medio. Y sin embargo, nada impidió que en algunas raras excepciones también (la amistad siempre es una excepción), uno no pudiera ir más allá de las sociedades formales o la sana pero distante cofradía. Por eso no me asombra considerar a Pedro Lobato como un amigo, y que él haga lo propio. Desde fines del 2010 a esta parte, hemos compartido tantas ideas, tanto esfuerzo, tantas horas, tantas riñas y tantas alegrías, que la amistad acaba siendo una consecuencia inevitable. Nuestra amistad con Pedro puede servir de muestra de que la virtualidad no es menos útil que cualquier otro medio para proyectar, para colaborar, para amar, para odiar, para insultar (en todas las lenguas posibles, incluso en lenguaje visual) y para volver a amigarse una vez más. A veces, tengo la bizarra impresión de que con Pedro somos una suerte de histérico matrimonio creativo. Por fortuna, se trata de un matrimonio que sabe darse sus tiempos y tomar distancia antes de acabar de los pelos (algo sumamente improbable con el Atlántico de por medio). Por eso que me alegra saber que aún cuando hemos puesto en pausa nuestros proyectos en conjunto, el muchacho continúa aferrado a su compulsión por el dibujo y la historieta, y no deja pasar oportunidad para volcar al papel alguna historia nueva. De eso, en definitiva, trata esta entrada. Puesto que de entre los muchos proyectos personales que Pedro tiene entre manos, Exégesis Colecciones acaba de publicar el mejor de ellos, ‘Caminantes’, y yo, primer seguidor de esta aventura, me tomé el atrevimiento de prologarlo.

Aquí les dejo pues, el prólogo a esta breve novela gráfica, que espero sirva de incentivo para que ya mismo se animen a leer esta pequeña perlita de uno de los más prolíficos autores del under digital, y de un amigo distante y virtual, pero grande como pocos.  



Prólogo: Algunas notas antes de emprender la marcha

El dibujar prácticamente verborrágico de Pedro Lobato lo convierte en uno de los más prolíficos demonios comiqueros del under digital. Aunque Exégesis nos haya permitido conocer su faceta sci-fi apenas, su producción es tan abrumadoramente numerosa como heterogénea. Pero lo que unifica su impulso comiquero, la clave fundacional de su estilo han sido siempre el fervor y la intuición. Como dibujante y narrador, Pedro es hombre que se deja llevar por sus pasiones. Por eso que no acostumbra a tomarse sus cómics muy en serio. Cuando le viene en gana, él simplemente se sienta frente al tablero, dibuja, dibuja y dibuja. Y ya. No hay más misterio que éste.

No es falta de respeto. Si me animo a esta semblanza algo despreocupada es porque conozco a Pedro de cerca. Es cierto, nuestra amistad hace que toda valoración de su trabajo termine inevitablemente teñida por el afecto que siento hacia su persona. Aún así, he querido guardar para mí (y para nadie más) el grato privilegio de prologar este cómic en particular, ‘Caminantes’, por un motivo simple e irrecusable: es mi favorito, y no le faltan méritos para serlo.

El día que recibí estas páginas por primera vez supe que representaban un punto de giro en el trabajo de Pedro, algo que es posible apreciar tanto a través de su tratamiento narrativo como visual. No es que este cómic vaya a sorprender a quienes somos sus lectores habituales. Nada de eso. ‘Caminantes’ cumple con todas las condiciones para ser un Lobato auténtico: un universo postapocalíptico, hombres de semblante adusto y heroicas mujeres de suaves proporciones; enfrentamientos sanguinarios y una aventura vertiginosa que vertebra la acción y la conduce sin remedio hasta el final. Del mismo modo, hallamos en sus páginas la rusticidad dinámica y poderosa a la que nos tienen acostumbrados los dibujos del autor. ‘Caminantes’ entrega todos y cada uno de estos elementos. Pero lo que hace de esta historia una propuesta novedosa para quienes seguimos el trabajo de Pedro es la profunda articulación, consciente y significativa, entre el relato y sus componentes visuales. Ya sea a través de una técnica de dibujo coherente con los espacios a representar, o de un ritmo contemplativo construido a base de silencios y planos abiertos; o a partir del uso simbólico y por momentos sorpresivo del color, o de un desenlace que se anuda al comienzo para dar el toque final de unidad a toda la narración. Lo que he dicho.  Pedro nos entrega en ‘Caminantes’ un relato sesudamente planificado, coherente y unificado, donde todos los elementos que acostumbran a habitar sus particulares universos futuristas encuentran su mejor perfil. Todo esto, sin renegar jamás de la intuición que lo impulsa y sostiene, sino potenciándola.

Si sus muchas historias anteriores aparecidas en Exégesis nos enfrentaban a un Pedro Lobato todavía primal e inestable, ‘Caminantes’ se planta como un mojón en el camino; es aquí donde comienza a abrirse un nuevo sendero entre los muchos que este gran amigo y enorme dibujante tiene frente a él: combinar con certeza intuición y cuidado narrativo. No es esta una predicción de dudosa confirmación. Los que tenemos la suerte de seguir sus creaciones de cerca lo venimos confirmando día a día. Ha habido un irreversible salto cualitativo en su estilo narrativo. Y todo se disparó aquí, en estas páginas. De modo que si saben apreciar el trabajo de Pedro, no duden en anudarse las botas de viaje, porque lo que viene es de colección.


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