Hace dos días en ‘Palabras + Palabras –’ Martín Lousteau sorprendió a los cada vez más sorprendentes Tenembaum y Zlotogwiazda con una inesperada defensa de la ideología. “Creo en la ideología porque para mí es la interpretación que uno le da al mundo,” acertó en definir. “Pero no solo eso, sino [que también influye] en la manera de abordar los problemas: por cuál empiezo, y cómo lo encaro,” precisó.
No es fácil toparse con defensas de la ideología en el discurso actual de los medios más concentrados, y mucho menos aún que estas defensas provengan desde sectores de la oposición (vaya a saber por qué). Y sin embargo… Siempre hay un ‘sin embargo’. En este caso, uno particularmente ilustrativo de marco teórico desde el cual Lousteau parece mirar el mundo. Es que tras asumir su fugaz defensa de la ideología, el economista aclaró: “Pero también pienso que hay inconvenientes que tiene la Argentina que son preideológicos.” Y enumeró: inseguridad, corrupción e inflación.
Ahora bien, ¿qué es un inconveniente ‘preideológico’? ¿Existe tal cosa? Si por pre-ideológico interpretamos aquello que el prefijo nos indica, deberíamos suponer la existencia de problemas innatos a la condición humana, previa a toda configuración ideológica. Dichos problemas, en tanto dados por la misma condición de humanidad, no podrían en consecuencia ser corregidos. Por eso creo entender que por ‘pre-ideológico’ Lousteau busca referirse en realidad a lo ‘a-ideológico’; es decir, a aquellos problemas que se encontrarían ‘más allá de las ideologías’. O dicho de otro modo: a aquellos problemas que, sin importar el espectro ideológico desde el cual se mire el mundo, habrían de seguir siendo definidos como ‘problemas’. Recordemos: inseguridad, corrupción, e inflación.
Pero, ¿es posible pensar la inseguridad por fuera de una matriz ideológica liberal, capitalista y consumista? ¿O no es acaso dentro de esta matriz ideológica (y solo dentro de ella) que una persona puede otorgar a un par de zapatillas un valor identitario (cuando no ontológico) equivalente al de la vida humana, y en consecuencia matar por ellas? ¿Y es posible pensar en la corrupción por fuera de esta misma matriz liberal, capitalista e individualista? ¿O no es sino dentro de esta matriz que las personas pueden ofrecer y aceptar dinero (entendido este como un bien superior incluso al bienestar social) a cambio de favores? ¿Y es posible pensar la inflación por fuera de la lógica empresarial del mayor rédito económico, de la apropiación de la renta y de la puja distributiva con los sectores asalariados? ¿O no es la ideología neoliberal subyacente la que justifica la formación de oligopolios, la carterización empresarial y las rentas extraordinarias cuyos efectos negativos recaen sobre los consumidores?
Insisto: ¿Existe algún problema que pueda ser ‘preideológico’? ¿O ‘aideológico’? Lousteau deja al descubierto que su concepción de la ideología no es lo suficientemente profunda como para admitir que no existe ‘problema’ (o ‘solución adecuada’ a los problemas) por fuera de la ideología. Deja al descubierto, asimismo, algo aún más peligroso: que detrás de su caracterización de ciertas problemáticas como ‘preideológicas’ lo que hace es asumir una ideología en particular (la ideología liberal predominante) como el estado natural de cosas; es decir, como ‘no ideología’. Esta naturalización de lo ideológico deriva en el engaño, por cuanto asume como inherente al ser humano lo que es apenas una de las formas culturales en las cuales es posible organizar la vida de las sociedades. Y conduce al mismo tiempo a políticas reaccionarias, por cuanto impide vislumbrar estrategias de cambio y superación social.
En definitiva, lo que Lousteau propone, consciente o inconscientemente, es desideologizar las principales discusiones nacionales apelando a un estadío ‘preideológico’, lo que no es otra cosa que apostar a la reproducción de los mismos problemas que se pretenden resolver.
No es fácil toparse con defensas de la ideología en el discurso actual de los medios más concentrados, y mucho menos aún que estas defensas provengan desde sectores de la oposición (vaya a saber por qué). Y sin embargo… Siempre hay un ‘sin embargo’. En este caso, uno particularmente ilustrativo de marco teórico desde el cual Lousteau parece mirar el mundo. Es que tras asumir su fugaz defensa de la ideología, el economista aclaró: “Pero también pienso que hay inconvenientes que tiene la Argentina que son preideológicos.” Y enumeró: inseguridad, corrupción e inflación.
Ahora bien, ¿qué es un inconveniente ‘preideológico’? ¿Existe tal cosa? Si por pre-ideológico interpretamos aquello que el prefijo nos indica, deberíamos suponer la existencia de problemas innatos a la condición humana, previa a toda configuración ideológica. Dichos problemas, en tanto dados por la misma condición de humanidad, no podrían en consecuencia ser corregidos. Por eso creo entender que por ‘pre-ideológico’ Lousteau busca referirse en realidad a lo ‘a-ideológico’; es decir, a aquellos problemas que se encontrarían ‘más allá de las ideologías’. O dicho de otro modo: a aquellos problemas que, sin importar el espectro ideológico desde el cual se mire el mundo, habrían de seguir siendo definidos como ‘problemas’. Recordemos: inseguridad, corrupción, e inflación.
Pero, ¿es posible pensar la inseguridad por fuera de una matriz ideológica liberal, capitalista y consumista? ¿O no es acaso dentro de esta matriz ideológica (y solo dentro de ella) que una persona puede otorgar a un par de zapatillas un valor identitario (cuando no ontológico) equivalente al de la vida humana, y en consecuencia matar por ellas? ¿Y es posible pensar en la corrupción por fuera de esta misma matriz liberal, capitalista e individualista? ¿O no es sino dentro de esta matriz que las personas pueden ofrecer y aceptar dinero (entendido este como un bien superior incluso al bienestar social) a cambio de favores? ¿Y es posible pensar la inflación por fuera de la lógica empresarial del mayor rédito económico, de la apropiación de la renta y de la puja distributiva con los sectores asalariados? ¿O no es la ideología neoliberal subyacente la que justifica la formación de oligopolios, la carterización empresarial y las rentas extraordinarias cuyos efectos negativos recaen sobre los consumidores?
Insisto: ¿Existe algún problema que pueda ser ‘preideológico’? ¿O ‘aideológico’? Lousteau deja al descubierto que su concepción de la ideología no es lo suficientemente profunda como para admitir que no existe ‘problema’ (o ‘solución adecuada’ a los problemas) por fuera de la ideología. Deja al descubierto, asimismo, algo aún más peligroso: que detrás de su caracterización de ciertas problemáticas como ‘preideológicas’ lo que hace es asumir una ideología en particular (la ideología liberal predominante) como el estado natural de cosas; es decir, como ‘no ideología’. Esta naturalización de lo ideológico deriva en el engaño, por cuanto asume como inherente al ser humano lo que es apenas una de las formas culturales en las cuales es posible organizar la vida de las sociedades. Y conduce al mismo tiempo a políticas reaccionarias, por cuanto impide vislumbrar estrategias de cambio y superación social.
En definitiva, lo que Lousteau propone, consciente o inconscientemente, es desideologizar las principales discusiones nacionales apelando a un estadío ‘preideológico’, lo que no es otra cosa que apostar a la reproducción de los mismos problemas que se pretenden resolver.
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