A horas de la salida del cuadragésimo primer número de Exégesis, comparto el editorial escrito para la ocasión:
Criaturas de hoy, criaturas del mañana
Nos dicen que el cómic está obsoleto. Que las imágenes fijas sobre una página o una pantalla han sido derrotadas definitivamente por la ilusión del movimiento cinematográfico. Que la palabra atiborrada dentro del bocadillo nada puede contra la voz humana que reverbera en unos altoparlantes. Que las tibias onomatopeyas son un juego de niños frente al multipistas que nos sopla la nuca en una sala de cine. Nos dicen, incluso, que la narrativa en viñetas empalidece frente a la densidad conceptual de la novela en prosa. Que el cómic (que la historieta) nada tiene que hacer frente a las grandes artes narrativas de ayer y de hoy. El cómic, nos dicen, continúa siendo un juego de niños.
Es posible. Pero los niños crecen, y nadie puede asegurarnos que los prejuicios del presente no configuren las fortalezas del mañana. La historieta, mal parida desde su nombre infantilizante, todavía no acaba de encontrar su verdadero apellido. Menos aún acaba de dar con su forma adulta. Pero en eso está. ¿Que el cómic sigue siendo infantil? Quien sabe mirar le habrá visto ya el bello asomando bajo las axilas. Habrá notado sus piernas cada vez más robustas plantadas con firmeza sobre la tierra. Quien haya recorrido su figura actual entenderá que no tiene nada que envidiarle a los otros medios, y sí todo para destacarse. ¿Que no puede contra la imagen en movimiento? ¡Mentira! Cada viñeta es un mundo, un instante plural donde todos los tiempos confluyen, un espacio de contemplación a la vez que un espacio de acción, un disparo congelado donde todo es vértigo; cada viñeta es una película en sí misma. ¿Que no puede contra el diálogo? ¡Mentira! El bocadillo es un agujero de gusano, una singularidad cósmica donde la palabra se transforma en dibujo y el dibujo se vuelve palabra, donde las voces alcanzan la densidad justa, esa justa medida entre el lenguaje que habita nuestras mentes y las formas físicas que pueblan nuestras retinas; cada bocadillo es una bisagra entre dos mundos. ¿Que no puede contra el sonido? ¿Y por qué será entonces que el chasquido de unos dedos petrificados en la viñeta o el rebote de una pelota imposible sostenida en el aire resuenan instintivas nuestras mentes? Las viñetas escupen sonidos tan profundos e inevitables como nuestro pensamiento, sonidos que no es posible acallar ni llevando las manos a los oídos. ¿Acaso hay sonidos más potentes que estos? ¿Que el cómic no puede contra la narrativa en prosa? ¡Mentira! Si la palabra escrita dispara la imaginación, el trazo del lápiz dispara lo inimaginable. Si la narrativa en prosa llega hasta lo más hondo del alma humana, la narrativa visual toca el fondo y la superficie con un mismo dedo, con una misma línea. ¿Que no hay historia que no pueda narrarse con palabras? Pues bien, ¿acaso no hay historia que no pueda narrarse con palabras… e imágenes? ¿Que la narrativa gráfica jamás dará a luz a un Proust o a un Borges? ¡Paciencia, ya llegarán! Observen a su alrededor. Cada vez son más los autores que toman la palabra… y la imagen. Cada vez son más los creadores que se arriman al cómic como medio de expresión. Ya no van detrás de un oficio o un empleo, ya no van detrás de la gloria o la reputación. Hoy, por fin, no los empuja otra cosa que la voluntad de expresión, de juego, de comunicación, de experimentación. ¿No es de aquí de donde salrán los Proust y los Borges, los Kafkas y los Buadelaire? Tal vez ya estén naciendo. Tal vez estén aquí entre nosotros sin que los hayamos notado aún. Es cuestión de buscarlos, es cuestión de invitarlos. En eso estamos, y así seguiremos. Nosotros somos las criaturas de hoy, ellos serán las del mañana.
- Leer o descargar Revista Exégesis #41.
Criaturas de hoy, criaturas del mañana
Nos dicen que el cómic está obsoleto. Que las imágenes fijas sobre una página o una pantalla han sido derrotadas definitivamente por la ilusión del movimiento cinematográfico. Que la palabra atiborrada dentro del bocadillo nada puede contra la voz humana que reverbera en unos altoparlantes. Que las tibias onomatopeyas son un juego de niños frente al multipistas que nos sopla la nuca en una sala de cine. Nos dicen, incluso, que la narrativa en viñetas empalidece frente a la densidad conceptual de la novela en prosa. Que el cómic (que la historieta) nada tiene que hacer frente a las grandes artes narrativas de ayer y de hoy. El cómic, nos dicen, continúa siendo un juego de niños.
Es posible. Pero los niños crecen, y nadie puede asegurarnos que los prejuicios del presente no configuren las fortalezas del mañana. La historieta, mal parida desde su nombre infantilizante, todavía no acaba de encontrar su verdadero apellido. Menos aún acaba de dar con su forma adulta. Pero en eso está. ¿Que el cómic sigue siendo infantil? Quien sabe mirar le habrá visto ya el bello asomando bajo las axilas. Habrá notado sus piernas cada vez más robustas plantadas con firmeza sobre la tierra. Quien haya recorrido su figura actual entenderá que no tiene nada que envidiarle a los otros medios, y sí todo para destacarse. ¿Que no puede contra la imagen en movimiento? ¡Mentira! Cada viñeta es un mundo, un instante plural donde todos los tiempos confluyen, un espacio de contemplación a la vez que un espacio de acción, un disparo congelado donde todo es vértigo; cada viñeta es una película en sí misma. ¿Que no puede contra el diálogo? ¡Mentira! El bocadillo es un agujero de gusano, una singularidad cósmica donde la palabra se transforma en dibujo y el dibujo se vuelve palabra, donde las voces alcanzan la densidad justa, esa justa medida entre el lenguaje que habita nuestras mentes y las formas físicas que pueblan nuestras retinas; cada bocadillo es una bisagra entre dos mundos. ¿Que no puede contra el sonido? ¿Y por qué será entonces que el chasquido de unos dedos petrificados en la viñeta o el rebote de una pelota imposible sostenida en el aire resuenan instintivas nuestras mentes? Las viñetas escupen sonidos tan profundos e inevitables como nuestro pensamiento, sonidos que no es posible acallar ni llevando las manos a los oídos. ¿Acaso hay sonidos más potentes que estos? ¿Que el cómic no puede contra la narrativa en prosa? ¡Mentira! Si la palabra escrita dispara la imaginación, el trazo del lápiz dispara lo inimaginable. Si la narrativa en prosa llega hasta lo más hondo del alma humana, la narrativa visual toca el fondo y la superficie con un mismo dedo, con una misma línea. ¿Que no hay historia que no pueda narrarse con palabras? Pues bien, ¿acaso no hay historia que no pueda narrarse con palabras… e imágenes? ¿Que la narrativa gráfica jamás dará a luz a un Proust o a un Borges? ¡Paciencia, ya llegarán! Observen a su alrededor. Cada vez son más los autores que toman la palabra… y la imagen. Cada vez son más los creadores que se arriman al cómic como medio de expresión. Ya no van detrás de un oficio o un empleo, ya no van detrás de la gloria o la reputación. Hoy, por fin, no los empuja otra cosa que la voluntad de expresión, de juego, de comunicación, de experimentación. ¿No es de aquí de donde salrán los Proust y los Borges, los Kafkas y los Buadelaire? Tal vez ya estén naciendo. Tal vez estén aquí entre nosotros sin que los hayamos notado aún. Es cuestión de buscarlos, es cuestión de invitarlos. En eso estamos, y así seguiremos. Nosotros somos las criaturas de hoy, ellos serán las del mañana.
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