La 40N no para. Y este proyecto confuso y atolondrado tampoco. Mientras le buscamos un hogar virtual al engendro, les presentamos este segundo número, donde amontonamos poesía cul, viñetas varias, pilofofía de vuelo rasante y, tal vez, nuestro primer aporte sesudo a una teoría del boludo nacional. Imágenes urbanas, entresueños con baterías bajas, un canto a la memoria de la revolucionaria geriátrica Norma Plá, y hasta una rima zoológica para que les niñes mantengan viva la memoria política reciente. Además, abollamos a Foucault y lo invitamos a Bifo a que nos convide masitas, y todo esto entre gremlis relativistas y globos de colores. Seguimos dibujando, claro, con una nueva entrega de Fair Play y de la geométría de la vida, y un breve cuento en black & white donde por fin develamos por qué Nostradamus y Parravicini podían ver el futuro. Por si todo esto fuera poco, sumamos además tres nuevos términos a nuestro breve diccionario de todas las cosas del mundo. Péguese una vuelta, y después me cuenta:
E n su 'Genealogía de la Moral', Nietszche proponía la lúcida hipótesis de que las palabras de contenido moral fueron acuñadas por las clases poderosas como un modo de denominarse a sí mismas y de caracterizar sus acciones. Luego, tras la decadencia de esas clases dominantes, las palabras habrían quedado ligadas únicamente a valoraciones morales. Como la mayoría de los ejemplos que da Nietszche provienen del alemán, del inglés o del griego, me tomé el atrevimiento de investigar acerca del origen de los términos ‘bueno’ y ‘malo’ en el castellano. Tal vez mis conclusiones sean apresuradas dado mi escasa (está bien, mi nula) preparación filológica, pero por lo menos, he dado con algunas relaciones sugestivas. A saber: La palabra ‘bueno’ proviene del latín ‘bonus’, que, entre sus muchas acepciones incluye la de ‘rico’, ‘adinerado’. Así parece haber sido utilizada por Cicerón, en “Video bonorum urbem refertam” (“Veo que la ciudad está invadida de ricos” –o, forzando la literalidad...
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