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Memorias de una humilde autoridad de mesa

Mi carácter docente me impone, de tanto en tanto, hacerme cargo de estas cargosas cargas cívicas. Volví a ser autoridad de mesa en estas elecciones primarias que, además de fatiga, me han dejado algunas impresiones que no veo mal compartir con quien quiera leerlas:

Primarias municipales: entre el éxito y la pérdida de tiempo

Está claro que estas elecciones fueron unas falsas primarias. No hubo oposición real de candidatos partidarios salvo a nivel municipal. Movilizar a toda la población para elegir candidatos municipales no parece ser una decisión muy sabia. Adhiero sin embargo al hecho de que estas elecciones se hayan llevado a cabo, ya que la novedad de la ley permite suponer la necesidad de un tiempo de ajuste y aprendizaje por parte de los partidos políticos. La gente, está visto, acompañó y se involucró, lo que queda más que claro por la alta concurrencia y el descomunal nivel de corte de boleta (lo que resultó en combinaciones de lo más exóticas). Esto parecería augurar salud y futuro a esta nueva forma de participación democrática. Sin embargo, no deja de generar hondas dudas que el partido oficial, el mismo que impulsara la reforma política que incorporó las primarias abiertas, no hubiese llevado a cabo las primarias reales y democratizadoras que tanto defiende desde el discurso. Si la presidenta no compite dentro de su propio partido, ¿por qué esperar que los otros partidos fraccionen la fuerza política de sus propios candidatos?

Después de dos días y con los resultados en la mano, estas elecciones parecen haber alcanzado un equilibrio entre el éxito y la inutilidad. Habrá que esperar al futuro para ver cuál de estos dos rasgos se acaba imponiendo. Si continúan siendo primarias municipales, no hay dudas de que no tardarán en perder todo sentido y pronto nos olvidaremos de ellas.

Las bases kirchneristas siguen siendo duhaldistas

Algo que pude vivenciar con claridad en estas elecciones es la curiosa mimetización entre kirchnerismo y duhaldismo. Si bien el discurso kirchnerista se propone claramente como una renovación de la lógica política del peronismo partidista del pasado, encarnado en el conurbano bonaerense por la figura de Duhalde, lo cierto es que aún no ha podido romper con aquel aparato turbio y corrompido. Aún tengo presentes las palabras de la entonces senadora Cristina cuando se alzaban contra los mafiosos del conurbano. El domingo fue posible apreciar cómo son esos mismos ‘mafiosos’ los que alimentan el voto de base del kirchnerismo en el Gran Buenos Aires, siguiendo las cuestionables prácticas políticas que los han caracterizado desde siempre. Basten dos ejemplos de lo que pude apreciar en estas elecciones:

No todos los fiscales oficialistas eran gente del partido. Me acompañaba en mi mesa un hombre que había sido ‘comprometido’ por la gente del intendente para que oficiara como fiscal. Este compromiso no podía ser eludido ya que él trabajaba para el municipio, y no podía decir ‘no’ a quienes eran, en última instancia, sus empleadores. Por suerte para él, el municipio canjeaba su labor como fiscal por un día de franco en la municipalidad. Este uso irregular de los recursos municipales como fuerza partidaria es parte de la lógica característica del peronismo tradicional. Lo cual sería poco si no fuera porque, a su vez, los fiscales que respondían al intendente se encargaron de hacer desaparecer las boletas del candidato opositor del mismo partido. Claro que esto fue posible por la desidia del presidente de mesa; pero me animo a justificarlo dado el aluvión de fiscales con los que debía lidiar. El hecho es que las pocas boletas de la lista opositora al intendente desaparecieron tras la visita de una horda de fiscales generales, y ni una sola apareció entre los sobres escrutados. La conclusión es clara: las prácticas corruptas y antidemocráticas que aún hoy el kirchnerismo objeta en la oposición peronista sobreviven y prosperan en su propio ceno; lo que no debería extrañar a nadie, ya que los aliados kirchneristas en el conurbano siguen siendo los viejos hombres de Duhalde.

Voto electrónico o boleta única ya

Es increíble que en pleno siglo informático, la Argentina aún dependa de una tecnología tan primitiva e insegura como las boletas de papel para elegir a sus representantes. Las limitaciones de las boletas tradicionales quedaron tremendamente expuestas en estas elecciones primarias, por lo menos en la compleja elección de la provincia de Buenos Aires. La cantidad de cuerpos por boleta, sumada a la voluntad reflexiva de los votantes (que parecieron haberse puesto de acuerdo en una estrategia de corte masivo de boleta), extendió ampliamente el tiempo pasado dentro del cuarto oscuro, elevándolo de un minuto a más de tres y hasta cinco minutos. En una mesa con trescientos cincuenta votantes, esto supuso colas promedio de una hora. Pero lo más interesante es que los sobres y hasta las urnas quedaron chicos para tanta boleta. La gente tuvo que hacer malabares para meter semejante cantidad de papel en los sobres de tamaño tradicional, que después no pasaban por la ranura de la urna. Y ya hora y media antes del cierre de los comicios, no quedaba otra que meter los sobres a presión, empujándolos con el dedo más allá de la ranura para que no fueran escupidos por la resistencia que ejercían desde adentro los otros sobres, que ya tocaban el techo interior de la urna. La gente se reía, claro, pero no sin cierta resignación patética a una política rudimentaria e irrespetuosa.

Si la elección fue turbulenta, entonces, basta imaginar lo que puede haber sido el recuento de votos con tantas boletas, tantos sublemas por partido, y tanto corte y combinación por parte de los votantes. Después de once horas de trabajo ininterrumpido (i-nin-ter-rum-pi-do), las autoridades de mesa debíamos contar y sumar semejante despilfarro de vocación política sin equivocar un solo voto. Tres horas reloj llevó esto. Para qué mencionar el cansancio y el hastío al rayar la decimocuarta hora de trabajo. Ni los fiscales partidarios seguían el recuento ya, de tan cansados que estaban.

Todo esto, desde los avatares en la votación hasta el cansancio y los inevitables errores de conteo, podría evitarse con el voto electrónico o la boleta única. Ambas opciones, a su vez, tienen las incuestionables ventajas de agilizar la elección y facilitar el recuento de votos. Incluso, se podría prescindir de tantos fiscales, que en estas elecciones definitivamente rompieron todos los récords numéricos y de paciencia. Pero sobre todo, la boleta única o el voto electrónico tendrían un efecto democratizador, brindando a todos los partidos la misma capacidad de llegada al cuarto oscuro, sin robos ni faltantes de boleta de por medio.

Si algo como una conclusión es posible...


La democracia argentina tiene unas cuantas fortalezas, pero también muchas fallas. Algunas de éstas se evidenciaron este domingo. No puedo dejar de reconocer que la reforma política apunta a democratizar la llegada de los candidatos a los votantes, algo que fue notorio al limitar las publicidades al cupo otorgado por el Estado. Sin embargo, una verdadera democracia debería eliminar de raíz el fraude, y ser más respetuosa por el tiempo de los votantes y la calidad de escrutinio de su voto. Asimismo, una verdadera democracia requiere de los partidos una apertura a exponer el fraccionamiento y el disenso interno, algo a lo que apelan las elecciones primarias, pero que todos, incluyendo el oficialismo, esquivaron en esta ocasión.  

Comments

Anonymous said…
Comparto todo lo que expresaste. Solo quiero agregar que las limitaciones de las publicidades de los partidos al cupo fijado por el Estado tampoco es tal, ya que el oficialismo en su afán de "comunicar" la gestión, ha hecho sobrado uso de la publicidad y lo ha hecho desde el inicio de su gobierno, lo cual marca una clara ventaja sobre el resto de los partidos.
Saludos!
Wallis
Simud said…
Gracias por tu comentario, Wallis.

Claro, estoy de acuerdo con vos en ese punto. Sigue siendo cierto que la pauta oficial se utiliza discrecionalmente y que muchas veces la publicidad estatal se confunde con campaña partidista. Esto ocurre también a nivel provincial y municipal. Son muy interesantes los límites a la publicidad oficial que impone la ley en la Ciudad de Buenos Aires (aunque el gobierno actual no la respete). Otro ejemplo de uso respetuoso de la pauta oficial (dentro de los que conozco) se da en Morón, pero es cierto que estos casos no son la regla. Aún así, (y mirá que se me ocurren otros varios cuestionamientos) no puedo negar que la nueva ley electoral marca un avance democratizador. En otra época, hubiese sido imposible tener un aviso de partidos ignotos como el Frente del Campo Popular en una tanda de Tinelli. Simplemente los partidos minoritarios tienen ahora un amplio espacio que antes no tenían, y eso es bueno.

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