Desde el G-20, desde la Reserva Federal, el FMI, el Banco Mundial y el Banco Central Europeo, la orden es clara e unívoca: más y más ajustes a las naciones y pueblos oprimidos del planeta (...). Desde estas instituciones y organizaciones, a las que debemos agregar la ONU, el terrorismo financiero y militar del occidente “desarrollado” legaliza su accionar. No de otra forma se entiende que mientras las élites corporativas dediquen de 3,2 a 4 billones de dólares (a valores constantes de 2011) en las guerras-invasiones acontecidas entre 2001 y el corriente año, las mismas élites exijan al mundo periférico ajustarse los cinturones y absorber los costos de la crisis (además creada por ellos mismos). Nuevamente: 3,2 a 4 billones de dólares. (...) Cabe destacar que estas cifras no incluyen la invasión a Libia, ni gastos de cobertura social ni de salud a los veteranos de guerra estadounidenses. Obviamente, tampoco incluyen los pasivos generados por la crisis humanitaria en los países intervenidos. (Federico Bernal, Tiempo Argentino)
E n su 'Genealogía de la Moral', Nietszche proponía la lúcida hipótesis de que las palabras de contenido moral fueron acuñadas por las clases poderosas como un modo de denominarse a sí mismas y de caracterizar sus acciones. Luego, tras la decadencia de esas clases dominantes, las palabras habrían quedado ligadas únicamente a valoraciones morales. Como la mayoría de los ejemplos que da Nietszche provienen del alemán, del inglés o del griego, me tomé el atrevimiento de investigar acerca del origen de los términos ‘bueno’ y ‘malo’ en el castellano. Tal vez mis conclusiones sean apresuradas dado mi escasa (está bien, mi nula) preparación filológica, pero por lo menos, he dado con algunas relaciones sugestivas. A saber: La palabra ‘bueno’ proviene del latín ‘bonus’, que, entre sus muchas acepciones incluye la de ‘rico’, ‘adinerado’. Así parece haber sido utilizada por Cicerón, en “Video bonorum urbem refertam” (“Veo que la ciudad está invadida de ricos” –o, forzando la literalidad...
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