Si un fragmento de acero o una pizca de sal, formados de átomos contiguos, pueden tener propiedades tan interesantes; si el agua (que no es más que glóbulos de un mismo material, kilómetro sobre kilómetro, cubriendo la tierra) puede formar olas y espuma, y hacer ruidos estruendosos y crear extraños dibujos sobre el cemento; si todo esto, si toda la vida de una corriente de agua no es más que un montón de átomos, ¿cuánto más será posible? Si en lugar de ordenar los átomos en un diseño definido, repitiéndose una y otra vez aquí y allá, o incluso formando pequeños cúmulos de complejidad como el perfume de las violetas, creáramos una estructura que fuese siempre diferente de un momento a otro, con distintos tipos de átomos ordenados en distintas formas, cambiando constantemente, sin repetirse, ¿de qué forma tanto más maravillosa podría comportarse este material? ¿Es acaso posible que esta ‘cosa’ que camina hacia delante y hacia atrás enfrente tuyo, dirigiéndote la palabra, sea un gran glóbulo de átomos ordenados de forma muy compleja, tanto que su extrema complejidad supere la imaginación en lo que refiere a sus potencialidades? Cuando decimos que somos un montón de átomos, no significa que seamos meramente un montón de átomos, ya que un montón de átomos que no se repite constantemente podría, al parecer, desarrollar las aptitudes que ves delante tuyo en el espejo.Richard Feynman (1963) The Feynman Lectures on Physics, Volume 1.
E n su 'Genealogía de la Moral', Nietszche proponía la lúcida hipótesis de que las palabras de contenido moral fueron acuñadas por las clases poderosas como un modo de denominarse a sí mismas y de caracterizar sus acciones. Luego, tras la decadencia de esas clases dominantes, las palabras habrían quedado ligadas únicamente a valoraciones morales. Como la mayoría de los ejemplos que da Nietszche provienen del alemán, del inglés o del griego, me tomé el atrevimiento de investigar acerca del origen de los términos ‘bueno’ y ‘malo’ en el castellano. Tal vez mis conclusiones sean apresuradas dado mi escasa (está bien, mi nula) preparación filológica, pero por lo menos, he dado con algunas relaciones sugestivas. A saber: La palabra ‘bueno’ proviene del latín ‘bonus’, que, entre sus muchas acepciones incluye la de ‘rico’, ‘adinerado’. Así parece haber sido utilizada por Cicerón, en “Video bonorum urbem refertam” (“Veo que la ciudad está invadida de ricos” –o, forzando la literalidad...
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