"Cualquier estrategia [política y económica] basada en aprovechar la ventana de oportunidad abierta por un shock traumático requiere del elemento sorpresa. Un estado de shock, por definición, es un momento en el que se produce una brecha entre los eventos que se desenvuelven vertiginosamente y la información que existe para explicarlos. El teórico francés Jean Baudrillar describe los actos terroristas como “excesos de realidad”; en este sentido, en los Estados Unidos, los ataques del 11 de septiembre fueron, en principio, eventos puros, cruda realidad, que no había sido procesada a través de historias, narrativas o de algo que pudiera reducir la brecha entre la realidad y su comprensión. Sin una historia, nos encontramos, como muchos de nosotros después del 11 de septiembre, en un estado de vulnerabilidad frente a aquellas personas que están a la espera de sacar ventaja del caos para sus propios fines. Tan pronto como desarrollamos una nueva narrativa que nos ofrezca una perspectiva sobre los eventos traumáticos, volvemos a reorientarnos y el mundo vuelve a cobrar sentido una vez más.
Los interrogadores cuya misión es producir shock y regresión en los detenidos entienden bien este proceso. Esta es la razón por la cual los manuales de la CIA enfatizan la importancia de aislar a los individuos de cualquier cosa que les permita establecer una nueva narrativa (de sus propios sentidos, de otros prisioneros, incluso de la comunicación con los guardias)... Los interrogadores saben que los prisioneros hablan. Se advierten el uno al otro acerca de lo que les espera; se pasan notas a través de los barrotes. Y cuando esto ocurre, los captores dejan de estar en ventaja... Lo mismo ocurre con las grandes sociedades. Una vez que las mecánicas de la doctrina del shock son comprendidas en profundidad y de modo colectivo, se vuelve más difícil tomar a las comunidades por sorpresa y confundirlas. Las comunidades se han vuelto resistentes al shock."
Naomi Klein (2007) The Shock Doctrine.
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