Para un diario local (que al día de hoy todavía reivindica el Proceso), Fidel no hizo más que forjar “sueños que fueron pesadillas”.
¿En serio? ¿Será pesadilla la baja tasa de mortalidad infantil de Cuba, por debajo de la de los EEUU (ni qué hablar de México, Chile, Argentina, Brasil y otros marginales del capitalismo)? ¿Será pesadilla el acceso universal a uno de los sistemas de salud más completos del mundo, muy por encima de los EEUU (ni qué hablar de México, Chile, Argentina, Brasil y otros marginales del capitalismo)? ¿Será pesadilla el acceso universal a uno de los sistemas educativos más exitosos e igualitarios del mundo, mucho más que el de los EEUU (ni qué hablar de México, Chile, Argentina, Brasil y otros marginales del capitalismo)? ¿Y el acceso universal a la vivienda y al trabajo? (Es cierto, esta vivienda y este trabajo no supera al de los EEUU -centro global del capitalismo-; comparemos entonces con México, comparemos con Brasil, los PBI más alto de la América Latina. ¿Dónde habita la pesadilla?) ¿O será pesadilla entonces el estallido cultural que nos dio a algunos de los mejores cineastas, músicos y literatos de habla hispana del último medio siglo? No, tal vez la pesadilla sea, como escribía algún ‘periodista’ ayer, que Cuba tiene presos políticos. ¿Acaso supera en número al de los EEUU? (Claro, nunca nadie recuerda a los presos políticos de los EEUU.) O tal vez la pesadilla sea, como escribía otro ‘periodista’ ayer, que Fidel Castro tiene a sus espaldas la muerte de cientos de opositores. ¿Acaso Fidel, en 60 años de Revolución, rozó siquiera el número de muertes con el que deja su doble mandato el premio Nobel de la Paz Barak Obama? ¿Acaso las muertes con las que carga Fidel son las muertes de inocentes, ajenos a las disputas por el poder que solo responde a los principios del dinero y la propiedad? O tal vez la pesadilla sea, como escribe otro ‘periodista’ hoy, que Fidel no terminó con la pobreza en Cuba. ¿Acaso la pobreza cubana es peor que la de sus vecinos Haití, República Dominicana o (la colonia estadounidense de) Puerto Rico?
No, las únicas pesadillas que vivió y vive Cuba no son autoimpuestas, no son el resultado de una revolución que liberó, igualó, educó y cuidó al pueblo cubano. Las únicas pesadillas fueron el bloqueo comercial impuesto por los EEUU (para que no se contagie el socialismo en sus tierras) y que impidió al país comerciar libremente y crecer económica y tecnológicamente durante más de 60 años. Las únicas pesadillas fueron los golpes de Estado y las dictaduras que barrieron Latinoamérica durante los ’70 y ’80, delineadas desde Washington para extirpar la expansión de políticas socialistas que estaban destinadas a tender lazos con la isla rebelde. Las únicas pesadillas fueron la globalización neoliberal financiada por las corporaciones y la Secretaría de Estado de los EEUU, que destrozó los márgenes de maniobra nacionales haciendo que la política en todo el mundo se rindiera ante la libre y caprichosa circulación del dinero, multiplicando la pobreza mundial, las guerras y las cifras de desplazados, y empujando a Cuba a adentrarse en el pantanoso terreno del pseudo-capitalismo, lo que desmoralizó a su población y trastocó la escala de valores sociales, haciendo que el dinero ingrese como disciplinador de la vida social y cultural de la isla. Las únicas pesadillas fueron la guerra informativa y económica que todavía sacude a Latinoamérica, financiada por corporaciones locales y ONGs con recursos extranjeros, que debilitaron a los gobiernos progresistas de la región que estaban ayudando a devolver a Cuba su influencia y su centralidad en el debate político internacional.
¿O acaso hubiese habido pesadilla si los EEUU permitía que el socialismo cubano progresara libremente y sin trabas económicas? (¿Pero era dado imaginar una Cuba socialista exitosa a orillas de la Florida?) ¿O acaso hubiese habido pesadilla si los EEUU no impedía el movimiento hacia el socialismo en América Latina a fuerza de dictaduras y genocidio? (¿Pero era dado imaginar una América Latina unida por un ideal de justicia social a orillas del Caribe?) ¿O acaso hubiese habido pesadilla si el Consenso de Washington no licuaba las fronteras globales durante los ’90? ¿O si el progresismo latinoamericano continuaba su política de expansión de derechos y distribución de la riqueza sin que las embajadas de los EEUU intrigaran junto con los grandes grupos económicos? (¿Pero era dado imaginar una América Latina desafiando la lógica de acumulación de la riqueza que hoy es el sentido común del planeta?)
No, Cuba no fue una pesadilla, fue una anomalía en un sistema corrupto e inhumano, una anomalía que el sistema supo cercar y controlar, pero que no pudo suprimir. Esto solo ya es una victoria y una inspiración. Después de todo, las pesadillas y la violencia no las generan quienes liberan y reparten, sino quienes oprimen y someten. Fidel no forjó pesadillas, luchó contra ellas. Y son sus sueños y su lucha (nada menos) lo que nos ha dejado.
¿En serio? ¿Será pesadilla la baja tasa de mortalidad infantil de Cuba, por debajo de la de los EEUU (ni qué hablar de México, Chile, Argentina, Brasil y otros marginales del capitalismo)? ¿Será pesadilla el acceso universal a uno de los sistemas de salud más completos del mundo, muy por encima de los EEUU (ni qué hablar de México, Chile, Argentina, Brasil y otros marginales del capitalismo)? ¿Será pesadilla el acceso universal a uno de los sistemas educativos más exitosos e igualitarios del mundo, mucho más que el de los EEUU (ni qué hablar de México, Chile, Argentina, Brasil y otros marginales del capitalismo)? ¿Y el acceso universal a la vivienda y al trabajo? (Es cierto, esta vivienda y este trabajo no supera al de los EEUU -centro global del capitalismo-; comparemos entonces con México, comparemos con Brasil, los PBI más alto de la América Latina. ¿Dónde habita la pesadilla?) ¿O será pesadilla entonces el estallido cultural que nos dio a algunos de los mejores cineastas, músicos y literatos de habla hispana del último medio siglo? No, tal vez la pesadilla sea, como escribía algún ‘periodista’ ayer, que Cuba tiene presos políticos. ¿Acaso supera en número al de los EEUU? (Claro, nunca nadie recuerda a los presos políticos de los EEUU.) O tal vez la pesadilla sea, como escribía otro ‘periodista’ ayer, que Fidel Castro tiene a sus espaldas la muerte de cientos de opositores. ¿Acaso Fidel, en 60 años de Revolución, rozó siquiera el número de muertes con el que deja su doble mandato el premio Nobel de la Paz Barak Obama? ¿Acaso las muertes con las que carga Fidel son las muertes de inocentes, ajenos a las disputas por el poder que solo responde a los principios del dinero y la propiedad? O tal vez la pesadilla sea, como escribe otro ‘periodista’ hoy, que Fidel no terminó con la pobreza en Cuba. ¿Acaso la pobreza cubana es peor que la de sus vecinos Haití, República Dominicana o (la colonia estadounidense de) Puerto Rico?
No, las únicas pesadillas que vivió y vive Cuba no son autoimpuestas, no son el resultado de una revolución que liberó, igualó, educó y cuidó al pueblo cubano. Las únicas pesadillas fueron el bloqueo comercial impuesto por los EEUU (para que no se contagie el socialismo en sus tierras) y que impidió al país comerciar libremente y crecer económica y tecnológicamente durante más de 60 años. Las únicas pesadillas fueron los golpes de Estado y las dictaduras que barrieron Latinoamérica durante los ’70 y ’80, delineadas desde Washington para extirpar la expansión de políticas socialistas que estaban destinadas a tender lazos con la isla rebelde. Las únicas pesadillas fueron la globalización neoliberal financiada por las corporaciones y la Secretaría de Estado de los EEUU, que destrozó los márgenes de maniobra nacionales haciendo que la política en todo el mundo se rindiera ante la libre y caprichosa circulación del dinero, multiplicando la pobreza mundial, las guerras y las cifras de desplazados, y empujando a Cuba a adentrarse en el pantanoso terreno del pseudo-capitalismo, lo que desmoralizó a su población y trastocó la escala de valores sociales, haciendo que el dinero ingrese como disciplinador de la vida social y cultural de la isla. Las únicas pesadillas fueron la guerra informativa y económica que todavía sacude a Latinoamérica, financiada por corporaciones locales y ONGs con recursos extranjeros, que debilitaron a los gobiernos progresistas de la región que estaban ayudando a devolver a Cuba su influencia y su centralidad en el debate político internacional.
¿O acaso hubiese habido pesadilla si los EEUU permitía que el socialismo cubano progresara libremente y sin trabas económicas? (¿Pero era dado imaginar una Cuba socialista exitosa a orillas de la Florida?) ¿O acaso hubiese habido pesadilla si los EEUU no impedía el movimiento hacia el socialismo en América Latina a fuerza de dictaduras y genocidio? (¿Pero era dado imaginar una América Latina unida por un ideal de justicia social a orillas del Caribe?) ¿O acaso hubiese habido pesadilla si el Consenso de Washington no licuaba las fronteras globales durante los ’90? ¿O si el progresismo latinoamericano continuaba su política de expansión de derechos y distribución de la riqueza sin que las embajadas de los EEUU intrigaran junto con los grandes grupos económicos? (¿Pero era dado imaginar una América Latina desafiando la lógica de acumulación de la riqueza que hoy es el sentido común del planeta?)
No, Cuba no fue una pesadilla, fue una anomalía en un sistema corrupto e inhumano, una anomalía que el sistema supo cercar y controlar, pero que no pudo suprimir. Esto solo ya es una victoria y una inspiración. Después de todo, las pesadillas y la violencia no las generan quienes liberan y reparten, sino quienes oprimen y someten. Fidel no forjó pesadillas, luchó contra ellas. Y son sus sueños y su lucha (nada menos) lo que nos ha dejado.
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