Nada hacía prever que hoy escribiera sobre Venezuela. Lo que me convenció que el tema merecía unas notas fue la lectura de los dos principales diarios nacionales. Clarín y La Nación se han sumado, como era de esperar, junto a la totalidad de los medios liberales latinoamericanos, a la estrategia de los EEUU de deslegitimar el proceso electoral venezolano. Maduro acaba de renovar su mandato presidencial de modo contundente, con un 68% de los votos. A pesar de esto, tanto los medios como los sectores políticos aliados de los grupos económicos, de las trasnacionales, de los EEUU, han decidido no reconocer estos resultados. Creo que es importante repasar los tres argumentos que se esgrimen, ponerlos en contexto, y, si es posible, desnudar su falsedad.
Los primeros dos argumentos nos gritan desde la portada de Clarín: ‘Fuerte abstención y denuncias de fraude en la reelección de Maduro’.
Abstención y fraude. Según el primero, se asegura que las elecciones de Venezuela son ilegítimas una importante parte de la población habilitada para votar no lo hizo. Es cierto, solo votó el 46% de los venezolanos; casi la mitad de los empadronados. Pero como el voto no es obligatorio en Venezuela, esta cifra no le quita legitimidad a la elección. De hecho, en los países con voto no obligatorio, rara vez vota más de un 50%. Pongamos tres ejemplos: Chile, Colombia y EEUU.
En la primera vuelta electoral de Chile, el año pasado, votó un 46,7%, casi el mismo porcentaje que en Venezuela. ¿Habló la portada de Clarín de la “fuerte abstención” electoral en Chile? Por supuesto que no. En Colombia, en la primera vuelta de la última elección presidencial, en 2014, solo votó un 40%. Bastante menos que en la elección de ayer en Venezuela. Ni Clarín ni los diarios liberales del mundo titularon “fuerte abstención”.
En los EEUU, la democracia estrella de América, solo 55% de los votantes participó en el 2016, en la elección que llevó a Trump al poder. Y recordemos que aquella elección estuvo a su vez teñida de acusaciones de fraude. Pocos lo recuerdan ya. A pesar del fraude y de la alta abstención, a ningún país enemigo de los EEUU se le ocurrió no reconocer al nuevo presidente. ¿Quién se podría animar a no reconocer los resultados electorales de los EEUU, a menos que la embajada estadounidense en su país se lo pida?
Casi al pasar, acabamos por mencionar el segundo argumento deslegitimador: las acusaciones de fraude. Se dice que hubo fraude en Venezuela. El argumento se debilita cuando comprobamos que hubo veedores internacionales de todas las extracciones políticas, incluyendo al liberalísimo ex presidente de España José Luis Rodríguez Zapatero. Todos garantizaron unánimemente la transparencia del proceso.
El argumento de fraude se debilita más aún cuando comprobamos que la oposición antichavista habló de fraude cada vez que perdió. Ahora bien, en las dos oportunidades en que ganaron, la palabra ‘fraude’ ya no apareció en boca de nadie. Mágicamente.
Nos queda todavía el tercer argumento deligitimador. Esta vez, lo encontramos en la portada de La Nación: ‘Maduro se declara ganador en elecciones desconocidas por el mundo…’
Un mínimo de capacidad crítica nos obliga a preguntarnos: ¿quiénes son ese ‘mundo’ que no reconoce las elecciones venezolanas? La respuesta no sorprende: EEUU y sus aliados. En Latinoamérica, los aliados de Trump son el Grupo de Lima, doce países subordinados a los intereses económicos de los EEUU, entre los que se encuentra, claro está, la Argentina del FMI y de Macri. Todavía no queda claro qué dirán los miembros de la Unión Europea, pero sí sabemos que la victoria de Maduro fue avalada por Bolivia y El Salvador; por la Comunidad del Caribe, integrada por 12 países; por la Unión Africana, integrada por 55 países, y por algunos importantes jugadores internacionales como Irán, Turquía, India, Rusia y China. Sí, China. El mismo país que ayer nomás, domingo de elecciones en Venezuela, era noticia en todos los diarios liberales de la Argentina porque había reiterado su apoyo al acuerdo entre Argentina y el FMI. O el mundo está loco. O las cosas no son tan lineales como nos las pintan.
Queda una pregunta entonces: ¿por qué los EEUU no quiere reconocer estas elecciones? Esta es la parte en la que nos ponemos conspirativos: no reconocer el gobierno de Maduro es el primer paso para una potencial intervención directa de los EEUU en Venezuela. EEUU ya está interviniendo en Venezuela de modo indirecto, financiando a grupos y a medios opositores, e imponiendo restricciones económicas que han puesto a Venezuela en una situación de bloqueo económico. Aquí, ‘intervención directa’ significa ‘invasión’. Esa potencial invasión ya está en agenda. En septiembre del año pasado, el propio Trump dijo: “tenemos muchas opciones para Venezuela, incluida la militar”. En febrero de este año, una comisión de opositores venezolanos presentó ante el congreso de Washington cartas pidiendo una intervención militar de los EEUU en su propio país. Venezuela tiene las principales reservas de petróleo del mundo. ¿A alguien realmente le sorprendería que los EEUU considere una invasión?
Venezuela es un país en crisis, sí. Pero Venezuela es un país asediado por los EEUU, y ese asedio explica buena parte de su crisis. Venezuela es una dictadura, no, definitivamente no. Con la de ayer, el chavismo ha cumplido con su elección número 22 en 19 años, de las cuales ha ganado 20 y perdido 2. Venezuela tiene un proyecto anticapitalista, un proyecto socialista, y se ha propuesto llevar a cabo este proyecto a través de las urnas, sin violencia armada. Ese anticapitalismo es el punto crítico de Venezuela, que ninguna fuerza de derecha, aliada al poder económico, le perdonará. Si hiciera falta mentir para deslegitimar a aquel gobierno, lo harán. En el capitalismo y en la guerra, todo vale.
Queda en manos de Maduro ahora utilizar esta reafirmación de su conducción para reordenar una economía seriamente deteriorada en una dirección que beneficie a las mayorías, esas que todavía lo votan, y debilite a las minorías, aquellas que boicotean la producción y el comercio de su propio país y se entusiasman con las perspectiva de una invasión extranjera.
Los primeros dos argumentos nos gritan desde la portada de Clarín: ‘Fuerte abstención y denuncias de fraude en la reelección de Maduro’.
Abstención y fraude. Según el primero, se asegura que las elecciones de Venezuela son ilegítimas una importante parte de la población habilitada para votar no lo hizo. Es cierto, solo votó el 46% de los venezolanos; casi la mitad de los empadronados. Pero como el voto no es obligatorio en Venezuela, esta cifra no le quita legitimidad a la elección. De hecho, en los países con voto no obligatorio, rara vez vota más de un 50%. Pongamos tres ejemplos: Chile, Colombia y EEUU.
En la primera vuelta electoral de Chile, el año pasado, votó un 46,7%, casi el mismo porcentaje que en Venezuela. ¿Habló la portada de Clarín de la “fuerte abstención” electoral en Chile? Por supuesto que no. En Colombia, en la primera vuelta de la última elección presidencial, en 2014, solo votó un 40%. Bastante menos que en la elección de ayer en Venezuela. Ni Clarín ni los diarios liberales del mundo titularon “fuerte abstención”.
En los EEUU, la democracia estrella de América, solo 55% de los votantes participó en el 2016, en la elección que llevó a Trump al poder. Y recordemos que aquella elección estuvo a su vez teñida de acusaciones de fraude. Pocos lo recuerdan ya. A pesar del fraude y de la alta abstención, a ningún país enemigo de los EEUU se le ocurrió no reconocer al nuevo presidente. ¿Quién se podría animar a no reconocer los resultados electorales de los EEUU, a menos que la embajada estadounidense en su país se lo pida?
Casi al pasar, acabamos por mencionar el segundo argumento deslegitimador: las acusaciones de fraude. Se dice que hubo fraude en Venezuela. El argumento se debilita cuando comprobamos que hubo veedores internacionales de todas las extracciones políticas, incluyendo al liberalísimo ex presidente de España José Luis Rodríguez Zapatero. Todos garantizaron unánimemente la transparencia del proceso.
El argumento de fraude se debilita más aún cuando comprobamos que la oposición antichavista habló de fraude cada vez que perdió. Ahora bien, en las dos oportunidades en que ganaron, la palabra ‘fraude’ ya no apareció en boca de nadie. Mágicamente.
Nos queda todavía el tercer argumento deligitimador. Esta vez, lo encontramos en la portada de La Nación: ‘Maduro se declara ganador en elecciones desconocidas por el mundo…’
Un mínimo de capacidad crítica nos obliga a preguntarnos: ¿quiénes son ese ‘mundo’ que no reconoce las elecciones venezolanas? La respuesta no sorprende: EEUU y sus aliados. En Latinoamérica, los aliados de Trump son el Grupo de Lima, doce países subordinados a los intereses económicos de los EEUU, entre los que se encuentra, claro está, la Argentina del FMI y de Macri. Todavía no queda claro qué dirán los miembros de la Unión Europea, pero sí sabemos que la victoria de Maduro fue avalada por Bolivia y El Salvador; por la Comunidad del Caribe, integrada por 12 países; por la Unión Africana, integrada por 55 países, y por algunos importantes jugadores internacionales como Irán, Turquía, India, Rusia y China. Sí, China. El mismo país que ayer nomás, domingo de elecciones en Venezuela, era noticia en todos los diarios liberales de la Argentina porque había reiterado su apoyo al acuerdo entre Argentina y el FMI. O el mundo está loco. O las cosas no son tan lineales como nos las pintan.
Queda una pregunta entonces: ¿por qué los EEUU no quiere reconocer estas elecciones? Esta es la parte en la que nos ponemos conspirativos: no reconocer el gobierno de Maduro es el primer paso para una potencial intervención directa de los EEUU en Venezuela. EEUU ya está interviniendo en Venezuela de modo indirecto, financiando a grupos y a medios opositores, e imponiendo restricciones económicas que han puesto a Venezuela en una situación de bloqueo económico. Aquí, ‘intervención directa’ significa ‘invasión’. Esa potencial invasión ya está en agenda. En septiembre del año pasado, el propio Trump dijo: “tenemos muchas opciones para Venezuela, incluida la militar”. En febrero de este año, una comisión de opositores venezolanos presentó ante el congreso de Washington cartas pidiendo una intervención militar de los EEUU en su propio país. Venezuela tiene las principales reservas de petróleo del mundo. ¿A alguien realmente le sorprendería que los EEUU considere una invasión?
Venezuela es un país en crisis, sí. Pero Venezuela es un país asediado por los EEUU, y ese asedio explica buena parte de su crisis. Venezuela es una dictadura, no, definitivamente no. Con la de ayer, el chavismo ha cumplido con su elección número 22 en 19 años, de las cuales ha ganado 20 y perdido 2. Venezuela tiene un proyecto anticapitalista, un proyecto socialista, y se ha propuesto llevar a cabo este proyecto a través de las urnas, sin violencia armada. Ese anticapitalismo es el punto crítico de Venezuela, que ninguna fuerza de derecha, aliada al poder económico, le perdonará. Si hiciera falta mentir para deslegitimar a aquel gobierno, lo harán. En el capitalismo y en la guerra, todo vale.
Queda en manos de Maduro ahora utilizar esta reafirmación de su conducción para reordenar una economía seriamente deteriorada en una dirección que beneficie a las mayorías, esas que todavía lo votan, y debilite a las minorías, aquellas que boicotean la producción y el comercio de su propio país y se entusiasman con las perspectiva de una invasión extranjera.
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