Es el primer 12 de octubre en que las escuelas ya no conmemoran el ‘Día de la raza’ sino el ‘Día del respeto a la diversidad cultural’. Un cambio significativo. El debate reavivado en 1994 en torno a los 500 años de la conquista española parece haber dado más que prontos frutos. En todos estos años, el nombre de Colón ha ido adquiriendo visos cada vez más opacos. Lejos está hoy aquel héroe visionario y valeroso que nos enseñaran de niños. No porque no lo haya sido. Pero está claro que el producto de su arrojo dista de haber sido una epopeya civilizatoria. Al poco tiempo después de 1994, los alumnos de primaria pasaron rápidamente de elaborar carabelas con cáscaras de nuez a realizar artesanías aborígenes en masilla. En poco tiempo, también, el aventurero genovés fue prácticamente extirpado de los actos escolares y reemplazado por bailes autóctonos y ritmos ancestrales. No se trata de cambios menores. En las escuelas secundarias, por su parte, desde hace más de diez años que se pasó del espíritu festivo a la reflexión. De modo que el cambio de denominación viene a reflejar un vertiginoso cambio de perspectiva en torno a esta fecha. Cambiar nuestra interpretación del pasado es un primer paso para cambiar las situaciones materiales que ese pasado nos dejó. Porque hablar de la conquista es hablar del pasado, pero también del presente. Los pueblos originarios aún reclaman derechos no respetados; y los pobres en la Argentina no dejan de ser los ‘morochos’, los ‘negritos’, a quienes se suman ahora los inmigrantes sudamericanos, nuevos oprimidos que no por nada se identifican también con grupos aborígenes.
Hoy, en una de las conmemoraciones que presencié, un grupo de alumnos entonó una dura pero hermosa canción que oía por primera vez. Creo que es un ejemplo inmejorable de cómo hablar del 12 de octubre es hablar del pasado tanto como del presente. Aquí la letra, para acompañar esta fecha tan compleja:
Hoy, en una de las conmemoraciones que presencié, un grupo de alumnos entonó una dura pero hermosa canción que oía por primera vez. Creo que es un ejemplo inmejorable de cómo hablar del 12 de octubre es hablar del pasado tanto como del presente. Aquí la letra, para acompañar esta fecha tan compleja:
Kolla en la ciudad (Bruno Arias y Rubén Patagonia)
Venderé la última tierrita de colores
Cansado de ser la diversión para turistas.
Basta de socavones y de cosechas magras,
Junto con la misería dejo mi Pachamama.
Llegaré a Retiro y cambiaré mi idioma,
Quichua de mis parientes de Iruya y Pozuelos.
Seré un inmigrante, que no tendrá memoria,
¿A quién puede importarle de donde yo vengo?
Mudaré mi poncho por ropas ciudadanas
Y con tono porteño encontraré trabajo.
Seré un albañil, seré un basurero,
Tal vez una sirvienta sin Pucarás ni lanas.
Iré desde mi villa al bar de los domingos
Y soplaré mi Siqus, para saber que existo,
Mientras que otro paisano, chayando todo el sueldo,
Recordará su origen al frente de un espejo.
La ciudad me duele cuando entona el himno,
Porque en sus estrofas no encuentro a mis hermanos,
Los mártires caídos por la tierra y la simiente,
Y mis ojos puneños, tan indios que no entienden,
Cada 12 de octubre, qué festeja la gente.
Y mis ojos puneños, tan indios que no entienden,
Cada 12 de octubre, qué festeja la gente.
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