Siempre me sentí guionista. Por diversas razones, hacia fines de 2017 me encontraba distanciado de muchos de mis colegas dibujantes. Volví a dibujar, lentamente y sin presiones. Antes de eso tan solo había encarado el dibujo de algunos cómics cortos o páginas suelas. Pronto me di cuenta de que no me sentía nada incómodo con el lápiz en la mano, y me propuse dibujar yo mismo un guión que había quedado sin dibujante recientemente y por el que tenía mucho, mucho aprecio. Pero antes tenía que ejercitarme. Me impuse como entrenamiento dos cómics largos de 60 páginas cada uno, dos viejos guiones que podía arruinar a gusto sin sentir culpa por ello. El primero fue El Refugio, que me demandó un año completo. Fair Play fue el segundo, que me llevó bastante menos. Lo dibujé entre 2019 y 2020, y lo publiqué aquel último año en Faneo. La historia, sin embargo, comienza bastante más atrás en el tiempo, en el lejano 2013. Aquel año conocí a Nikhel, un mangaka colombiano increíble interesado por las historias románticas, con quien logramos terminar los cortos Elemental Wally y Diamante en Bruto. El romance nunca fue lo mío, de modo que cuando Nikhel me pidió escribir un largo le ofrecí tres historias, las tres situadas en contextos poco dados para los romances. Una de ellas era Fair Play, una historia de fútbol. A Nikhel le gustaba el deporte más que a mí. Dibujó las primeras páginas en 2013, antes de que las presiones por un trabajo inestable y mal pago lo obligaran a elegir entre la supervivencia o el dibujo (delicias del neoliberalismo colombiano). A él dedico este cómic, deseando que algún día retome los lápices y podamos volver a tramar historias juntos.
P ues acabo de enterarme, tarde, como es mi costumbre, que tras las últimas Navidades se publicó esta rara antología conducida por la gente de ZonaeReader, luego de un interesante concurso cuya particularidad consiste en que son los mismos usuarios de la plataforma, a través de un complejo mecanismo de participación y crítica, quienes eligen a los ganadores. Para mi sorpresa, el comentario crítico más recurrente que recibió mi relato 'Sin Palabras' fue que tenía las tildes mal puestas y que recurría demasiado a regionalismos. Claro, a muchos de estos lectores españoles no se les ocurrió pensar que escribía en argentino. Algo, confieso, que me hizo sentir particularmente orgulloso. Finalmente, mi cuento quedó sexto en una colección más que abultada. 'Sin Palabras' es un cuento viejo de ciencia ficción, de la época en que todavía escribía cuentos y ciencia ficción (y era mucho menos viejo). Es decir, de hace no menos de diez años. Abandonado durante casi una década debid
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