(…) los primeros pasos de toda carrera creativa, ya sea en las artes o en las ciencias, que deberían ser conducidos por un inmenso deseo por parte del estudiante de crear algo y comunicarlo al mundo, se encuentran en cambio sujetos a los requerimientos formales de encontrar una tesis de doctorado o algún otro equivalente.
(…) ¡Sólo dios sabe cuántos problemas hay aún por resolver, cuántos libros por escribir y cuánta música por componer! Aún así, salvo por algunos pocos, el camino elegido es la realización de tareas formales que en nueve de cada diez casos no poseen ninguna justificación imperiosa para ser realizadas. ¡Dios nos libre de las primeras novelas escritas porque un joven desea el prestigio de ser un novelista en lugar de tener algo que decir! Dios nos libre también de los estudios matemáticos correctos y elegantes pero carentes de cuerpo y espíritu. ¡Dios nos libre, sobre todo, de la mediocridad que no sólo permite la existencia de estas tareas formales, sino que declama con una arrogancia modesta en contra de la competencia del vigor y de las ideas, donde sea que éstas se encuentren!
En otras palabras, cuando hay comunicación sin necesidad de comunicación, tan sólo para que alguien consiga el prestigio social e intelectual que le da ser un sacerdote de la comunicación, el valor y la calidad del mensaje se derrumban como plomadas. Es como la fabricación de una máquina según la lógica de Rube Goldberg: para mostrar los fines recónditos a los que puede servir un aparato que no sirve para tales fines, y no para hacer algo realmente.Norber Wiener (1950) The Human Use of Human Beings.
E n su 'Genealogía de la Moral', Nietszche proponía la lúcida hipótesis de que las palabras de contenido moral fueron acuñadas por las clases poderosas como un modo de denominarse a sí mismas y de caracterizar sus acciones. Luego, tras la decadencia de esas clases dominantes, las palabras habrían quedado ligadas únicamente a valoraciones morales. Como la mayoría de los ejemplos que da Nietszche provienen del alemán, del inglés o del griego, me tomé el atrevimiento de investigar acerca del origen de los términos ‘bueno’ y ‘malo’ en el castellano. Tal vez mis conclusiones sean apresuradas dado mi escasa (está bien, mi nula) preparación filológica, pero por lo menos, he dado con algunas relaciones sugestivas. A saber: La palabra ‘bueno’ proviene del latín ‘bonus’, que, entre sus muchas acepciones incluye la de ‘rico’, ‘adinerado’. Así parece haber sido utilizada por Cicerón, en “Video bonorum urbem refertam” (“Veo que la ciudad está invadida de ricos” –o, forzando la literalidad...
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